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LAS RAZONES DEL CANTO Y DE LA LUCHA

LAS RAZONES DEL CANTO Y DE LA LUCHA

POEMA ÉPICO

 

 

GUILLERMO PULECIO CORREDOR

El Charco (Nariño), Colombia, 1971[1]

 

INDUCCIÓN

Muchas veces dejamos que la existencia nuble nuestra razón de ser y cual aletargados transeúntes permitimos que la lucha diaria, que debería motivarnos, la transformemos al gusto de de la ideología dominante y nos camuflemos para no dar rienda suelta a nuestros ímpetus libertarios. Con un discurso amañado nos excusamos flagrantemente de todo compromiso, nos alienamos a favor de los que ostentan el poder y las armas creyendo que las contradicciones internas del sistema lo destruirán por dentro y permitirá mágicamente que la “tortilla se vuelva”, que se vuelva a favor de los desposeídos, de las minorías discriminadas y perseguidas por la oficialidad. Otras veces soslayamos nuestro compromiso de generación inconexa bajo el sopor de actitudes nihilistas y dejamos pasar inadvertida la lucha de aquellos aferrados a opulentos bienes materiales contra los que no tienen nada. O simplemente dejamos el devenir de la vida como un lánguido vallenato en la penumbra. 

Estos cantos se los dedico a la gente linda de mi tiempo, a los perdidos soñadores de floridos andurriales y efímeras glorias, a mis amigos sencillos de la paz con los dos dedos en “V” de la victoria por una contracultura sin consecuencia, a mis amigos soñadores que aún creen en el amor idílico, a mis amigos sensibles de paisajes y lúdicas estancias, a todos aquellos que como yo están motivados y comprometidos para dar la lucha legítima de liberación en contra de prejuicios y condenas a la diversidad del género humano, hasta establecer la razón de ser de todos en un contexto de equidad, de amor y de paz.

CANTO NÚMERO UNO

 

Del campo,

los montes

y las flores

Vienen ya

Cavilando

Desmadrando

Desde el devenir

a la inconstancia,

El, ella y sus nostalgias

Quieren ser libres

Y deambulan somnolientos

Pretendidamente despiertos y desprendidos

De este mundo terrenal y arcaico.

 

Quieren desusar a cada instante

 La ideología dominante

en su pequeño yo

Y no es posible

Quieren desangrar por un momento

Cien mil tedios

Por sus estupideces cometidas

Y aun se encuentra virgen la noche.

 

Sigue aquí y allá sumidos

Sin atreverse a transformar nada

Ni siquiera su desaliñada incertidumbre.

 

Pero, muy a pesar de su vegetar airoso

De su euforia taciturna

Y de sus quejas de generación inconexa

El mundo sigue su marcha estertórea

Hacia la liberación de los pueblos.

 

 

 

 CANTO NÚMERO DOS

 

¿Ser joven para qué?

Me pregunto

Y les pregunto a ustedes camaradas

A mis compañeros en edad de los sofismas,

¿Ser joven para qué?

¿Acaso para andar con una flor de cannabis

Metida en la cabeza?

¿Y viajar

Y viajar a nuevas sensaciones

A distorsionar lo que soy

Lo que vivo

Y lo que maldigo?

 

Ser joven

¿Para imaginar que soy un rey 

O tal vez un dios taciturno

Que ordena sin escrúpulo

Las minucias de los mortales?

 

 

 

CANTO NÚMERO TRES

 

 Entre el amor y el odio,

Lentamente,

Voy pensando en lo que siento

Hacia mí mismo

Hacia el amor infame,

Hacia las minorías discriminadas

Por su sexo o sus ideas,

Descifro la aventura que comienza

En los momentos íntimos

Cuando vivo un ardor poético

O me muero de deseo.

 

Pausado y silencioso

Marcho en pos de mi país

Y lo descubro

En la penumbra de mi alcoba

En la calle de sensaciones efímeras

En los parques con rincones secretos.

Y lo descubro por gusto

O por la costumbre de venir a viejo

O por un rito rutinario de saciar

Con imágenes esta rabia cósmica.

 

Caigo luego,

En lerdas horas de aprendizaje

Para obtener un oficio

Y una dignidad servil.

Allí mismo escapo,

Y pienso en el ocio

Que prefiero y que invento.

Me imagino habitar

En una buhardilla acogedora

Cuya luz mortecina

Me figuran fantasmas

Detrás de los objetos, 

Donde transciendo  

Viejas consecuencias.

 

Allí,

le pongo lastres a la ilusión

Para que siga pintando

la escalinata de ensueño.

Allí,

fundo este canto matutino,

y escapo del deber y la gloria.

 

 

En ese instante lúdico,

Me recuerdo ensimismado.

Soñando a pierna suelta

En la quinta fila del auditorio tres.

Absorbiendo pájaros de rigor

en la cátedra de historia

Dictada por Colmenares

O la de sociología urbana

Dictada por Mondragón

O la de urbanización y cultura

Dictada por Chepe Luis Giraldo.

A un estudiante que se integraba

En el gozo por el aprendizaje

Esas mañanas candorosas

De la Universidad del Valle.

 

 

Poco después me cercioro

de que estoy vivo,

de que sigo lánguido

Sin debutar

En la Arcadia de la liberación,

Por seguir sumido

en el credo de la profesionalidad.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUATRO

 

Acudo alucinado

Al vértigo de la Historia,

Al absurdo bruñir  

De fantasmas apuntalados

En el revés de mis memorias.

Descubro que todo,

Absolutamente todo,

Tiene música

Tiene un ritmo

de tambores ancestrales,

el ritmo de la sangre

me transporta al origen

y descubro lasos íntimos

que fluyen y flamean

con la mas sutil incoherencia

con la más deliciosa

pasividad del ánimo.

 

En ese instante,

Es magia pura,

todo en derredor se manifiesta,

el caos aparente se estructura

mi constreñidor falaz se distrae

porque acuden a mis sentidos

los mas leves susurros y siseos

el gotear perenne de un grifo ético

la ira que ruge entre mis sienes

el rasguido de las ropas

que escapan de mi cuerpo

en un apuro de amor

y mas allá la brisa húmeda

corre como flama acariciante  

sobre las palmas desnudas

sobre mi cuerpo en retozo

para que todo, lentamente,

funda una nueva realidad

donde lo ínfimo

es también bello y armonioso

donde me excita

el lánguido perfil

de dos amantes trenzados

sobre una playa desierta,

o el torrente inusitado

de una lágrima.

 

 

CANTO NÚMERO CINCO

 

Estoy aquí,

Amando a mi ciudad.

Pensando en volver a recorrerla.

Aunque sea,

a estacionarme

En el banco aburrido

De mi cafetería predilecta,

Y detrás de un cigarrillo

Domeñar el mundo,

Treparme a un pedestal

Del intelecto,

Y mirar de soslayo

el inútil trajinar de los obreros,

la meada de un niño en la avenida,

una tarde gris sin alicientes,

una ventana difusamente iluminada,

dos faroles que se elevan

la última noche de diciembre,

una luna,

un azul

o una esperanza.

Cualquier cosa.

Quiero sentirme en mi ciudad

percibir su aroma y su herrumbre

quiero evadir mi lontananza

Aunque no deba.

 

CANTO NÚMERO SEIS

                                                                                                                  

En esta playa

La laxitud de las horas

Fabrica desarraigos

Que no puedo evitar.

La divagación mental

Cunde mi ánimo de nostalgia

Me lanza a su sopor

Viscoso y lerdo.

Mi ensoñación

Me priva del fervor  

Y del acecho.

 

No sé desde que hora

Estoy tendido en una hamaca.

Dejando que pasen las horas.

Sin explicarme

Sobre la realidad que añoro

Sobre este amor insatisfecho

Sobre la vida y la nada.

 

Estoy aquí inánime

sin cansancio ni urgencia

dejando consumir mi latido vital

hasta que el sueño me capture.

 

Entonces,

En este despilfarro

De la emoción y la brega,

Despierto

Y no encuentro motivos

Ni razones  

Para seguir ausente.

 

 

 

CANTO NÚMERO SIETE

 

He vuelto a mi ciudad.

Por un instante estoy aquí

cavilando

en el escaño de siempre.

Reconozco el viajante

de otros tiempos

Que ha nacido

y se pierde conmigo

Que como ahora y entonces

Interpreta melodías efímeras,

Que cuestiona al mundo

que le ha tocado sufrir

y se cuestiona a si mismo

por no gritar su diferencia.

 

Pienso

que por fin gobierno

En este feudo de infinitos colores

En esta ciudad etérea e imaginada

En este antro hipodérmico

Donde el día ya no es día

ni la noche tiene aurora.

Pero el vacío de la soledad

Me excluye de la magia

y altera mi sentido.

 

 

 

CANTO NÚMERO OCHO

 

El pasar y pasar inadvertido

es mi camuflaje, mi escondite,  

para evitar el camino hacia la hoguera,

cuando acecho con rubor tras las cortinas

cuando empiezo a confundir el reto,

a no entender como mi voz aterciopelada

puede encajar en la brega

por difundir nuevos paradigmas

para impugnar prejuicios y desprecios

en el seno de nuestra civilidad.

 

Inmerso en una juventud

Que se atreve

de manera autónoma

a difundir nuevos valores

sobre la sexualidad,

la igualdad de género,

la equidad en el acceso

a los bienes de la tierra y la cultura.

Que se propone una patria socialista

Huyo y me distraigo.

 

El poder con su garrote,

Va exhortando

¡Viva la familia!

¡Viva la tradición!

¡Viva la propiedad privada!

¡Viva el capital y su estrategia!

¡Viva la Patria y sus gendarmes!

¡Viva la diferencia de clases sociales!

Y yo, ensimismado, escucho.

Entre unos y otros no encuentro

donde colocar mi clase especial.

 

La cantaleta de la difusión

Me despierta confundido

En una playa del litoral

O en alguna parte

Donde no pueda desasirme

ni permitirme disyuntivas

hasta que se vuelve aciago

este presente de desilusiones.

 

 

 

CANTO NÚMERO NUEVE

 

Te canto joven imaginativo,

Que en tu discurrir figuras todo.

Veo como una mueca sarcástica 

Va enmascarando tu rostro bello,

porque ves en esta tregua

como se vela la revolución soñada,

bajo el ropaje púrpura de la mística

de esa cofradía servil y alucinada

que te acecha y te asedia

implorando el advenimiento del mesías.

 

A ti, joven rebelde,

Prisionero de la duda y la costumbre

Y a mí, disoluto e incognito,

Con voz inusitada canto,

Porque sé que en la memoria

nos quedan las imágenes libidinosas,

las voces del silencio musitando versos,

el acometer diario de la vieja tradición,

el rostro del dolor bañado en llanto,

la ira cuando avasallan nuestros sueños,

el fastidio cuando los esbirros  

van carcomiendo tus agallas libertarias

hasta dejarnos mutilados  

y sin ganas de otras realidades.

 

Porque se a esta altura de la vida

Que la ideología dominante

se canta, se susurra 

en todo acontecer humano

hasta imprimirla en tu seso,

para que tu crítica mordaz

no marchite esas veleidades,  

te conducen inexorablemente

hasta hacerte sujeto de una historia

inventada por los dueños del poder.

 

 

 

CANTO NÚMERO DIEZ

 

Con esa sensación subjetiva,

De ser el personaje de una historia,

Implantada en lo más recóndito

De tu memoria juvenil

Por el gobierno de turno.

Eres como un enajenado

Que estrena nueva dignidad.  

Te sientes un “hombre de bien”

O una “niña de cinco en conducta”,

Confiable, alucinado y servil.    

Asegurado y subordinado

A ese orden preestablecido

para constreñir tus divagaciones,

supeditado a la obediencia

e impedido para emitir juicios

sobre la realidad verdadera.

 

Entonces, siento alivio

Porque empiezo a descubrir

Cual es la maniobra,

Empiezo a interpretar

Los sofismas de distracción

De que se valen los gobiernos

Sobre los hechos verdaderos.

Empiezo a entender

Que van repitiendo mentiras

Hasta asegurar sus improntas

en la memoria de la gente.

 

En este instante benévolo

estoy seguro que alguien,

con una mente sagaz,

a la mano de un titiritero,

pensó por  toda la nación

definió cual es el bien

y cuál es el mal

y quienes los enemigos de la patria.

Pensó también

evitar a toda costa,

el despertar ciudadano.

Sabe mantenerlo en el letargo,

Distraído, con vino y circo,

para que nunca clame justicia

para que nunca descubra sus derechos. 

 

Joven camarada,

te hablo del gobierno

cuyo dominio del intelecto

Te hará sentir

Que todo está bien

Que no hay de qué preocuparse

Que nos relajemos

Que nos conformemos

Que les permitamos administrar nuestra vida

y la de nuestros descendientes. 

 

 

POEMA NÚMERO ONCE

 

Esta sumisión

Por la buenas o por las malas,             

Hará olvidar viejos oprobios

Para imponer nuevas cadenas

al negro en sus palenques

al indio en sus resguardos

al mestizo en sus colonias

y al ciudadano en sus reductos urbanos.

 

Esta sumisión

Te hará insensible

Ante el tallado de esas cadenas

Y pretenderá

Que el hambriento se olvide del abasto,

Que el ignorante no desee aprender,

Que el sesudo estudiante no se revele

Contra la sociedad de consumo.

 

Su tu te dejas

Si yo me dejo

Estaremos condenados a divagar

En una realidad insulsa

Transmitida por las difusoras del estado

Donde se legitiman los acordes marciales

De una paz impuesta por las armas.

 

 

 

CANTO NÚMERO DOCE

 

Suena y resuena

El loro ideológico.

Nos permea el intelecto.

Esa gente que ostenta el poder,

Percute su latido y su látigo

Por todos los medios disponibles,

Sin dolor y sin pausa,

Llena nuestra realidad de paradigmas,

De indicios y desvalorizados mitos,

De tanto repetir hacen que creamos

Que no hay otra realidad posible,

Por fuera de la que ellos inventaron.

Y en realidad,

Esa gente obstinada está usurpando

La autodeterminación de los pueblos.

 

¿Sabes camarada?

 Yo no te invito,

Como dice mi madre,

A ser un nuevo Cristo,

A cargar la cruz de los pobres.

Te invito a que despiertes

A que mires con impertinencia

Las verdades reveladas,

A que escuches con perspicacia

Los oradores del establecimiento,

A que te olvides del cansancio

Impuesto por  el deber ser

Y con nuevos bríos empezar

a construir nuestra propia utopía.

 

Solo te pido,

que caviles sosegado

sobre tu realidad y busca

donde pueda haber una esperanza

para la equidad, el amor y la paz.

 

 

CANTO NÚMERO TRECE

 

Ten cuidado

Con el fluido herciano de las ondas radiales

Con el candor de las imágenes televisivas

Con las películas que fabrican vidas ilusorias

Con los diarios de amplia circulación

Con  la vallas que enarbolan el consumo

Todos ellos y otros menos evidentes

Te  carcomen tu conciencia.

 

Esos medios ilusorios

Pretenden aprehenderte,

Te ganan con sofismas y lisonjas,

Te apabullan con multitud de credos

Para que obnubiles tu pensamiento,

Te hablan del ser y de la nada,

Del homo sapiens y su aterradora soledad,

De la vida terrenal y de la muerte,

Rescatan del hipismo

Su estrafalaria vestimenta y su droga

Y te las venden en tiendas de cadena,

Fíjate, en el comercio ya se vocifera

“viva la revolución de precios”

Legitimando en su leguaje

Esa actitud de nuestra generación

Pero a la vez desvirtuándola

A favor de la ideología imperante.

 

Mientras los estudiantes marchamos

Se toma las calles y las plazas,

El indio, el negro y el mestizo,

Siguen encerrados

En su legítima lucha

Por la supervivencia,

Sigue en su senda laboriosa

Sin percatarse siquiera

Que hay otras realidades diferentes

A la de estar sumidos en el abandono.

Nuestro pueblo colombiano

Siguen soñando en ganarse la lotería,

Pasa embelesado toda la semana

Con el futbol y las radionovelas.

No reaccionan ante un país

Que zozobra por falta de equidad

En la distribución de la tierra,

Del saber y las riquezas naturales

y de los bienes producidos en sociedad.

 

 

 

CANTO NÚMERO CATORCE

 

Oye, oye sus voces devoradoras

Ya vienen y te manifiestan su miedo

¡Shisss! Suena la radio “Toque de queda”

“Los estudiantes se tomaron la universidad”

“La universidad se toma la Plaza de Caicedo”

“Hubo pedreas y disturbios en Santa Librada”

“Los estudiantes en asamblea permanente”

“Las universidades hacen paro estudiantil” ,

 La realidad cotidiana te avasalla.

Tienes ideas tomadas de la emoción.

Hay diez movimientos agrupados pensando.

Pero no sabes de una estrategia,

No tienes ni idea del que hacer

Para transformar el mundo.

 

Ahora somos dos confundidos

Que canturriando y discutiendo

Nos vamos transformando

En dos juglares inventando canciones,

En dos estudiantes consecuentes.

“Cuando querrá todo el pueblo

Que la tortilla se vuelva”

Y el pueblo sigue horro

Sin agruparse ni luchar

por la vida y la libertad.

 

 

 

CANTO NÚMERO QUINCE

 

Tú y yo

Fantaseando,

Viajamos en edades

Hasta llegar a viejos.

En un futuro  

Los dos sentados

Frente a una taza de café

Le transmitiremos a la gente

Nuestra nostalgia.

Si no morimos en el intento

Por transformar nuestra realidad,

Les contaremos una a una,

Nuestras ambiciones saciadas,

O las de generación fracasada,

Reluciremos con fantasías

el anecdotario de nuestra gesta,

Difuminaremos la carcoma de la edad

Con sus esperanzas baldías

Para darle paso a la ensoñación.

 

En absurdo

Tu y yo

Repitiendo refranes

y larguísimos recuerdos.

Así seremos,

no habrá más que imaginarlo

Para que eso nos suceda.

 

 

 

CANTO NÚMERO DIEZ Y SEIS

 

Se hace tarde

La noche transcurre clara,

El rumoroso mar lo es todo.

Me abisma en nostalgias de ciudad.

La luna vaga en su zenit de hielo

Y yo, labriego de la búsqueda,

Divago sin poder encontrarme.

 

Hoy me siento abochornado y atávico

¿Que busco en esta hora baldía ?

¿Sumirme más en el egoísmo de mi huida?

¿Liberarme de envidias y desaires fortuitos?

¿Deshacerme del lastre abominable de la ira?

¡No! ¡Qué tortura saberme abandonado!

Estar seguro que el odiar a alguien o a algo

No solucionará nunca la razón de ser.

 

¿Qué hago en este mundo distante?

¿Seguir buscando una paz sin consecuencia?

Aquí, entre la manigua y el viento de mar,

Soy incapaz de encontrar una ruta

que satisfaga mi hambre de saber,

que tome mi cuerpo y le traiga alivio,

pues, ya no hay recuerdos ni esperanza

que enarbolen un amor desesperado.

Es inútil esforzarme por la felicidad,

que vislumbre la plenitud de una caricia,

que ate ternuras de una voz persuasiva.

Me quedo solo, disectando olvidos,

al son del latido de mis sensaciones.

 

En esta hora todo me induce

A emborracharme de pereza mental,

A pensar que todo está hecho,

Que la lucha deberá esperar

Para otro día menos voluptuoso.

A esta hora pesan las miradas.

Discurro entre sueños y canciones,

Desgrano melodías como el juglar

Que testimonia historias y laudes

para su pueblo y sus ancestros. 

 

 

 

CANTO NÚMERO DIEZ Y SIETE

 

El hombre es un viajero permanente.

A fuerza de adversidad y constancia

Va Construyendo un sendero

Para poder transitar hacia el ocaso.

 

Muchas veces,

En noches de plenilunio,

Lo he visto con un incierto vagar

Lamer el insomnio y escupir su tedio.

Lo he visto perderse

en melancólicos callejones

del barrio de los maricas y las putas.

Lo he visto una tibia madrugada

Regresar de incognito,

bajo la lluvia de luces de neón,

a los brazos del deber y del ser

a estacionarse en su verdadero yo,

a construir su propia utopía,

por aquello que sufre y canta.

Cree que su vida tiene sentido

si lucha por las libertades civiles

y si esa lucha tiene principios

seguirá sin cuartel hasta el fin.

 

Comprende por fin

Que cuando el corazón se desboca

Pierde la ruta y sus destinos

Que el corazón no sabe

que los ideales son mutantes

con el transcurrir de los años.

 

 

 

CANTO NÚMERO DIEZ Y OCHO

 

Desde hace un tiempo

He venido recontando temores

Y me acongojo.

 

Quiero hablar de algo más.

De aquello que parece inconfesable.

De esa lucha interior,

que en solitario y en silencio,

he soportado desde niño.

Quiero confesar

Que por pusilánime la he callado,

que aunque me he hecho el loco,

esa lucha sigue allí,

esperando,

para que de vez en cuando

aflore a la conciencia como un látigo

y vislumbre este devenir incierto.

Es algo que anima el pensamiento

Y a la vez lo llena de temores.

 

Otras veces, todo parece fácil,

Pienso que debo integrarme

Como en uno solo ser que lucha.

Que solo basta que exteriorice

Ese escondrijo infantil

para curarme de la vergüenza.

Pero, de aquí a allá,

Hay largo trecho,

Y sigo acumulando fuerzas

Sin saber cómo ni cuando

Seré capaz de confesar

Públicamente mis anhelos

Y quién me mata cada día

con su mirada misteriosa.

 

 

 

CANTO NÚMERO DIEZ Y NUEVE

 

Esta lucha generacional

No debe ser una actitud

Que oprime y enajena.

Significa ordenar nuestras fuerzas,

Definir signos y símbolos posibles, 

Debe acrisolar nuevos pensamientos,

Entrelazar costumbres y ritos,

Buscar las conexiones

Entre pueblo indígena y campesino

Entre pueblo obrero y estudiante

Entre pequeñoburgués y proletario.

Es la lucha de los quinientos mil brazos caídos.

es el puño en alto de la rebeldía,

 

son los dedos en V de la protesta

Que adoptamos de los hippies  

como símbolo de paz, amor y sacrificio,

pero también de voluntad constante

de transformarnos y transmutarlo todo

para un mundo mejor en equilibrio.

Esta lucha no será jamás,

Símbolo de sometimiento y esclavitud

A unos valores vergonzosos

Concebidos para alienarnos

Por los patrones

de la libertad y el orden.

 

 

 

CANTO NÚMERO VEINTE

 

El nuevo hombre camarada

Aún se encuentra embrionario.

Te toca vivir para encontrar

Tu propio camino.

Aunque los seguidores del pasado

busquen cambiar tus ideales

tu consigna será: ¡Pensar!

Pensar hasta el fin de los tiempos,

Como si este compromiso fuera

Tu propia supervivencia.

 

Esta actitud querido camarada

Se transforma con los años

en un deseo permanente

de evolución y de cambio.

De irreverencia y de sedición

Contra los yugos que impone

Nuestra tradición latifundista.

 

Mientras el insomnio nos iguala.

A esta lucha nos sumamos

Y nos hacemos revolucionarios,

Inconformes, rebeldes sin causa,

Ateos, invertidos y feministas,

Para no usar otras palabras

De más grueso calibre verbal,

o como nos quieran llamar

Los incrédulos del cambio

Y los esbirros del régimen.

Nos unimos sin saber el origen

Para ordenar nuestra esperanza.

 

CANTO NÚMERO VEINTIUNO

 

Entonces me pregunto

¿Para qué quiero ser revolucionario?

¿Acaso tengo clara una nueva utopía?

Pienso que este acto de inconformidad

Será mi primer paso consciente,

¡Para difundir mis ideales!

¡Para dilucidar el mundo que queremos!

¡Para destruir faros ideológicos!

¡Para descubrir cuál es el engaño!

¡Para no aceptar los mimos!

¡Para hacer mi propia brecha!

 

¿Sabes camarada?

A veces pienso que estoy solo en la lucha

Y con la lucidez de un loco en su jaula

Me siento inseguro sobre lo que quiero,

Recuerdo que fui  acunado en esta sociedad

Con sus mitos, credos y fracasos

Que empecé a despertar de ese letargo

a una edad cuando aparece el vello púbico

Cuando la conciencia no es conciencia

Si no un cúmulo de miedos  y de fraudes,

en una edad de descubrimientos

fui creciendo en sensaciones y gustos,

Y hoy no encuentro razones ni alicientes

Para seguir construyendo sobre ruinas,

Donde no encuentro paz para mi espíritu

ni un amor  que me integre en un solo ser.

 

Frente el abismo epistemológico,

en esta edad de los sofismas,

Vuelvo a buscar los frutos de esta cultura

Que depende de faros de otras latitudes,

(no puedo evitar el disgusto de saberlo),

quiero comerlos con sutileza y curia,

quiero saciar mi necesidad de saber,

pero la furia eructa un grito provocante:

¡Hay que nacer y construirlo todo!

¡Hay que cuestionar y definir de nuevo!

 

 

 

CANTO NÚMERO VEINTIDOS

 

El bote se va

No sabe que se aleja,

Que boga diestro

por el día hacia la mar

Y por la noche al estero.

No tiene

por qué saber

Que navega

Para quizás

Más tarde regresar.

 

Su destino no le importa

ni sabe que va y viene

hendiendo las olas,

cargado de ilusiones

y desmadejando nostalgias

de un boga somnoliento.

 

No importa quien gima

o cante en lontananza.

Precisa estar allí

dispuesto y vacío

asido uno entre otros,

prendido de los muelles,

añorando el mar

el río y el estero,

calladamente fiel

o crujiendo el maderamen,

para volver a partir.

 

Así fuera yo

Un bote sin afán ni destino

Con la rutina impuesta

Por el designio de una estrella,

O por una luna impregnada

De vientos, lluvias y mar.

 

 

 

CANTO NÚMERO VEINTITRES

 

Ya lo sé,

Lo he comprendido,

En esta tarde undívaga

Cuando la añoranza fenece

Para darle paso al deseo,

Se que aún no es tarde

Para emprender mí destino

De poeta deliberado.

 

En lo más íntimo

he tomado partido

Por una vida de estrechez

Y me reconforta saberlo.

Me coloqué el sayo al viento

Y divagaré de incognito

Como un gitano del verbo

Que vislumbra caminos

Y fornica en las noches

De plenilunio ecuatorial.

 

Me he convencido,

Que creceré y creceremos

Como unos desadaptados

Por todos los confines

Soterrados de la patria,

Como una plaga hiriente

Que no permite alianzas

Ni doblegar su encono.

Asido a las banderas

De paz, amor y fraternidad

Por una civilización

Armónica y sin fronteras.

 

En una dialéctica vital

Se bruñirá mi utopía

Seré como el hado

Que el viento reclama

Como un adiós

Como un encuentro.

 

 

 

CANTO NÚMERO VEINTICUATRO

 

La lucha será larga

Y durará, ¿quien sabe?

A fuerza de disciplinar

mi espíritu de andariego

Y de cuestionar el juicio,

Como una bandada

de golondrinas en giro

Seguiré adelante,

Luchando y bregando

Por el ideal socialista.

 

La lucha será larga

Y durará, ¿quién sabe?

A pesar de los años

Seguiré buscando

Buhardillas minúsculas

Donde reclinar mi celo,

Hasta llegar a viejo,

Sin transigir ni olvidar,

Soñando con gnomos

Que descifren caminos,

Libando los néctares 

De besos prohibidos,

Seguiré convencido

Que mi generación

Es y  será revolucionaria.

 

La lucha es larga

Y durará ¿Quién sabe?

Quizás digamos hasta siempre

Pero, Hasta siempre

¡Es tanto tiempo!

Aunque no lo deseemos

Vendrán aquellos días,

Aquellos largos y oscuros días

Cuando cansado el hombre

No quiera mas pensar

Ni quiera más luchar.

Entonces

¿Podremos soportarlo?

¿Será posible que aquel hombre

Del guerrear constante,

No piense más en su revolución,

Ni se erice ante la injusticia,

No parpadee por los infundios

De los gobiernos de turno?

 

 

CANTO NÚMERO VEINTICINCO

 

Cuando estemos viejos,

¿Habremos creado algo nuevo?

¿Mi legado será algo perdurable?

De ti y de mi no más depende

Que nuestra lucha cotidiana

Sirva para la liberar a los hombres,

Para crear nuevos senderos

De emancipación y cultura.

 

Camarada

Un día nos sentiremos viejos.

En algún lugar anodino

Se encontrará un joven

Como tú o como yo

Que empuñará su gesta,

se colocará en la fila

y luchará por la paz, el amor,

la dignidad, la diversidad,

el trabajo, el saber y la vida.

 

Y vendrán por todas partes,

Como una peste egíptica

Acosados de esperanzas,

Hombres jóvenes e intrépidos

Que implacables

Cuestionarán nuestro mundo

Y edificarán el suyo.

 

 

CANTO NÚMERO VEINTISEIS

 

Cuando estemos viejos

¿Nos sentiremos realizados?

Combatiente de imposibles

El hombre se realiza a cada instante,

Cuando tiene la felicidad de hacer

Y no dejar pasar la vida en vano.

Por eso y nada más que por eso,

Aunque la felicidad de hoy

sea risa y llanto

aunque la felicidad de hoy

sea hambre y desnudez

estoy convencido

que lucharemos siempre.

 

Aunque la revolución de hoy

de tanto trasegar

se vuelva arcaica,

Aunque nuestro militante de hoy

De tanto luchar

se vuelva viejo,

El virus de la inconformidad

Ha inyectado tu pensamiento

Y te seguirá latiendo por siempre

En lo más recóndito de tu ser.

 

 

CANTO NUMERO VEINTISIETE

 

Hoy compartimos

Con muchas ilusiones

El inicio de un camino,

Que será fragoso

Hacia confines de libertad,

Que sorberemos  a gotas

Porque el deseo rebasa

Todo límite imaginado.

La lucha se propone

Sin término y sin miedo

Hasta fenecer tradiciones.

 

Debes comprender

Que si la victoria escasea,

No deberá rezagarnos,

Sino más bien pertrecharnos

de experiencia y nuevos juicios

Y convertir esas pequeñas derrotas

en alegorías y metáforas de vida.

En esos momentos,

Nuestro espíritu combativo

Se verá asaltado de preguntas,

La duda carcomerá tu resistencia,

¡Contradicción! ¡Contradicción!

¿Cuándo quedaremos satisfechos?

¿Cuándo nos llegará el cansancio?

¿Cuándo abandonaremos esta lid?

 No hay respuesta oportuna

Que sacie el deseo de futuro.

 

Aunque la sociedad de hoy

Nos aleve y nos destruya,

Aunque la sociedad de hoy

Nos censure y nos bendiga,

¡No transigiremos nunca!

Aunque acallen

Nuestra voz de rebeldía

Aunque aprisionen

Nuestros cuerpos

No secuestrarán nuestro sueño,

Seguiremos obstinadamente

Hasta con el último hálito de vida

Luchando por la libertad,

El amor, la equidad y la paz.

 

 

CANTO NÚMERO VEINTIOCHO

 

La circunstancias del culto

Han acorralado al hombre,

Lo han llevado a pensar

Que debe arrepentirse

De una mancha original

De la cual no es responsable,

A fustigarse por no ser sumiso

Y cometer pecados de libertad,

A doblegar su cabeza e hincarse

Para confesar su desobediencia.

Así, cegado, permitirá el yugo

Sin  oponer resistencia ni ira.

 

La liberación que buscamos

Reventará a esos avivatos

De los cultos y psicosis,

Busca rescindir una esclavitud

Y desdecir a esa sumisión

Que nos condena a la parsimonia.

 

Han creado un hombre de fe

Que no piensa

ni actúa por su cuenta,

Un hombre tardo,

Que cree en pájaros preñados

Quien utiliza lo ineludible  

Para saber que la alegría

Y la razón de vivir es pasajera

Que la libertad es un mito lánguido

Esgrimido circunstancialmente

Cuando nos pisan los cayos,

Porque debemos llorar siempre

Para encontrar la vida eterna.

 

“Sufrir me tocó a mí en esta vida”,

Reza la lira de  despecho popular

Para que no te olvides

Tu destino de llorón.

Para que no intentes,

Ni por asomo,

Sentir la felicidad de Ser

Sin pedir permiso por ello.

 

 

 

CANTO NÚMERO VEINTINUEVE

 

Cuando crece la aurora

entre cocoteros y naranjos,

Y el silencio de la noche

se diluye suavemente

en algarabías de trastos,

Canaletes y zambullidas.

Yo, en un confín cualquiera,

Me busco y me construyo.

Pienso en este instante

Que soy de la luna

El postrero rayo platinado

Que escapa de las sábanas

Y me siento indefinido.

 

En las tardes tropicales

De Sanjuán de la Costa

Cuando el sol declina

Su poder candente,

Me deslizo fascinado

Sobre un campo de flores

Que me lleva  a la playa.

Yo, como una bala humana,

Salgo a su encuentro  

Con las manos sensibles

Y ávidas de caricias.

Deploro aquel instante

Que no me atreví  

A besar sus labios,  

A cubrir con efusión su cuerpo

Hasta fundirme en su alma.

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA

 

Camino por el muelle

Con el sol de maitinada

En el rostro somnoliento,

Viendo que mi sombra se estira

Sobre los tablones de madera,

Anhelando partir hacia la ciudad

Y retomar esa realidad nacional

Entonces, en este paraíso,

Pienso en la paz inalcanzable,

Pienso en la mutilación del hombre                                  

Por seguir en una guerra fratricida  

Desde los albores de la patria,

Pienso que estoy solo en la lucha

Y en mi aparece una alucinación,

Un espejismo acogedor y triste,

El dolor de pasar desprevenido

Y recorrer los pasos de decrépitos

Y codiciosos ideólogos del miedo,

Que entregan a su pueblo

Por un cargo diplomático

O por treinta monedas,  

O por un plato de lentejas.

 

Me detesto por estar aquí,

Tendido sobre una playa

Con arenas grises y sol.

Ensimismado deploro

El estar en otro mundo

En pos de nada.

La ciudad me llama,

Debo recorrer sus calles,

Acechar en las esquinas,

Volver a mi célula de formación

En psicoanálisis, literatura,

Dialéctica materialista,

Sociología y teatro,

A reencontrarme, inquieto,

Con aquel viejo amor

Que dejé esperando mi regreso.  

                                                     

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y UNO

 

Más solo que nunca,

En este mundanal de glosas

Despierto y me derrumbo.

Siento anonadado mi presente

Esculpidos mis pensamientos

Y timorato mi instinto libertario.

 

Estoy solo frente al mar

Y me doy perfecta cuenta

Que mis caminos del amor

Van hacia desiertos y enfados,

Que mi origen se ha perdido

En tumultos de la imaginación,

Y que mi emoción por vivir

Es un latido tenue y ensordecido

Porque ese hombre que soy yo,

El de ayer, de hoy y de mañana

Se ha hundido en su nostalgia.

Entonces, me aferro a una idea,

Me veo extendido sobre una ola

Como una canoa volcada 

Haciendo círculos interminables,

Que zozobró porque el boga

Se cansó una noche de borrasca,

O mejor, soy aquel naufrago

Que se ha asido a un madero

Y flota sin poder avanzar.

Eso soy, vadeando un abismo

Sin poder alcanzar una orilla,

Que me devuelva mi espíritu

De luchador por la libertad.

 

Hoy, aquel hombre valiente,

Aquel simio inteligente de Darwin,                               

El bien amado hijo de los dioses

¡Se ha ensimismado en su retórica!

Y no podrá ser más que ego y soledad.

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTAY DOS

 

¿Cuántas noches mías se destruirán

En el instante gris de cada alborada?

¿Cuántas recuerdos y nostalgias olvidados

Se tornaran conscientes por la tarde?

 

¡En soledad no hay respuesta a nada!

 

En mis adentros el mundo sigue adormilado.

Pienso que vuelvo a la jungla de concreto

y una explosión de recuerdos se agolpan,

Pretenden salir a galope como si nada.

Mientras voy tejiendo el camino de regreso.

 

No se puede atinar a blandir la espada

Porque la desilusión no me permite la ira.

Sigo a la espera de una señal suasoria

Que libere mi instinto y construya el amor.

 

Siento envidia del trajinar de los potrillos[2]

Que van y vienen sin cansancio ni miedo,

Cuanto de tranquilidad en su bogar diario,

Qué maravilla de siluetas al cruzar el horizonte.

Cuanta nostalgia al recordar pequeños detalles

Que aproximaron mis sentidos al enamoramiento,

Que rabia porque no pasó de deseo y olvido.

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y TRES

 

Quedamente, avanza en el camino,

Un vagabundo o tal vez un profeta,

Que habla al desolado y le cuenta

Que vendrán otros tiempos mejores

Cuando nuestras noches serán días

Cuando la brisa de tarde y de mañana

Serán la misma cosa y se queda mudo.

Absorto en su peregrinar de ideas.

 

Con febril encono surge su monólogo

Ve cómo se va volviendo extenuante

Su dudar constante, hasta el marasmo.

De pronto como fiera apocalíptica

Reza o grita o gruñe o gimotea:

¡Los sembrados se contaminaron!

¡La vanidad del hombre[3] se ha urdido!

¡Los jardines de Babalú están sin flores!

Y en desavenencia con la cordura

Un Orisha va surgiendo del manglar,

Cuando ya nadie escucha este lamento,

El mundo en su discurrir telúrico calla

Y el eco, insulsa voz entre congéneres,

No responde a los desadaptados.

 

Un nuevo silencio invade nuestro sueño.

La gente bella de nuestro tiempo feliz, 

Aquel redil de entusiastas camaradas,

no aparece en estos lares de insomnio,

ni siquiera en el umbral de los anhelos.

Muy a pesar de nuestras lides y debates

nos hemos abismado en el pequeño yo,

para que el mundo, aquel sordo terrenal,

nos agregue a su suma aleatoria de cosas.

En desatino con el latido libertario,

Porque vuelvo a ser el tímido viajante

Que se ha ungido con tinieblas y silencios.

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y CUATRO

 

Callan los recuerdos

Y el presente

se vive lentamente,

Sórdidamente,

Como en el pasado.

¡Que lastre!

Pues la sociedad inicua sigue

Aquí y allá, sujetándonos

Para que no nos perdamos

De la cordura y la sumisión.

 

Sigue latente mi desavenencia,

Enajenante y oprobiosa,

Para no escapar de la búsqueda,

Soy el mismo de siempre

Alucinando, Soñando

Con un devenir equitativo

Y con libertades democráticas.

 

Te confieso camarada

Que siento aún el fuego

Que hierve en mis venas

En contra de la humillación

por los privilegios omnímodos

De una casta de emergentes

Que controlan la economía,

Las leyes y el gobierno,

Que como lacayos sin patria

Van poniendo a disposición

Del imperio las riquezas

De una nación de aburridos

Que nunca supo de militancias

Y que sigue esperando

El apocalipsis planetario

Para que nos redimamos

De un país que fue vendido

Para la opulencia de unos

Y la desgracia del pueblo.

 

Perezosamente el sueño invade

El territorio del razonamiento,

La abulia disparata el sentido,

El miedo a no ser capaz

De asumir el compromiso

Me vuelven reaccionario.

 

Sabes camarada

para el peor de mis males

hoy me siento protegido

por una “institucionalidad”

que aborrece nuestros actos

porque nuestra generación

ha cuestionado sus costumbres,

que adquirieron sin honor

en los albañales del miedo

y en las traiciones sínicas

a la dignidad de una nación

Concebida libre y autónoma

por los Padres de la Patria.

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y CINCO

 

Hoy callo

mañana hablará el viento

hoy callo

mañana hablará el mar

y el mar

y el viento

eternos condenados

saldrán cada mañana

vendrán en cada tarde

y tu

y yo

hombres indefinidos

¿Lo postergaremos siempre?

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y SEIS

 

Estoy aquí,

Inmerso

en un mar

de pensamientos

Y el mundo sigue

Sin retórica

Ni tristeza.

 

A pesar de todo

El alba quedó atrás

Entre fanfarrias

Y ditirambos nativos

En la noche de San Juan.

 

La misa matutina

se esfumó

Veladamente

Entre el cura,

Las monjitas

Y los viejos

 

Hombres y mujeres

Que a pesar de todo

Serán y seguirán

Crédulos por siempre.

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y SIETE

 

Solo yo

Y solo el mundo

Viaja el mundo

Y luego yo

Juntos

Asidos y solitarios

En un infinito abismo

De represión y olvido.

 

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA Y OCHO

 

Un gallo tardío

Anuncia el nuevo día.

Ya suenan el mazo,

el serrucho y la escofina.

Es el momento

Para que los labradores

Inyecten el ambiente  

Con enérgica labor.

 

Se inicia la jornada

En el taller de la obra

y yo sigo aquí

como el descriptor

que soy de la nostalgia,

divagando,

degustando un café

y desempolvando

un sinfín de recuerdos,

con un cigarrillo en los labios

y un papel cuadriculado

que sigue virgen,  

como testigo mudo

por este pasado

que retomo hoy.

 

 

CANTO NÚMERO TREINTA NUEVE

 

El silencio y la soledad

Invaden al hombre,

La calle se mustia

con el sonar de radiodifusoras,

asisto sin especulaciones

A la transformación del mundo

 

Y tú, encallado en el devenir,

Como una cápsula celeste

Que vaga en el infinito vacío

Hablas de ti y tu pasado

De tus horas de libertad

Y de los insomnios

Por un amor oculto

Que se ha marchado al olvido.

 

Y yo, escucho simplemente,

Los mensajes resuenan

Con vigor en mi mente.

Siento que vago en solitud

Y que tú eres una fantasía

que pernota en mi memoria.

Y no es cierto, tú eres real,

Como la noche, como la lluvia

que se cierne sobre nosotros.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA

 

Los días pasan y pasan

Y yo me quedo rezagado

Rezongando entre fanfarrias.

No atino a quedarme o partir.

 

Hoy, especialmente,

La rutilante mañana,

Es febril y hermosa,

Me embriaga de luz

En este fortuito verano.

Olvido  por un instante

De donde vengo

Y cuál será mi futuro

Si me quedo

O si regreso.

 

Sigo a la deriva.

El calor sofocante,

Me cerciora

Que voy avanzando

Hacia la tarde.

Que el Sol ecuatorial,

Ese brioso padre

De la nube y la lluvia,

Me acompaña,

Mientras esquivo su canícula,

bajo la fronda de almendros,

Caimitos y zapotes.

Voy avanzado lerdo

al muelle de mi esperanza.

Hoy parte el “Tres Amigos”

Y no me llevará

En su vaivén interminable

Hacia el puerto

De mi buena aventura.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y UNO     

 

En este instante

La lucha libertaria

Es una realidad cualquiera.

Esa necesidad imperiosa

De descubrirme a cada paso,

de cuestionar al mundo

de poner freno a mi pereza

pasan a un segundo plano.

 

Ese hombre luchador

se desdibuja en estas líneas

Que hoy escribo para ti

Mi perenne soledad,

Mi vacío de comunicación,

Amiga errante

de las tardes vencidas

Y canto para mí

Y para el mundo.

 

En secreto,

las horas baldías

Las amontono en fardos,

Tejidos con cabuya rala

Para que se escapen

Y vayan por ahí 

Sin gracia ni reputación.

 

Me desvela un instante

Esta sensibilidad

Esta irreverencia

Esta irrealidad

Y me veo vacuo

E Insignificante.

 

No debo perturbarme

Porque son las mismas horas

Que la productividad nos roba

Y que transitamos sin emoción

Hasta que llega la noche.

 

La efectividad es un sofisma

Que nos distrae del ser

Y de la verdadera búsqueda,

la satisfacción personal

debe motivarnos a luchar

por la revelación y el saber.

 

De escribidor de panfletos

paso a escribidor de poemas

en un acto sombrío

que se va destilando

en el holocausto de las horas.

Pienso en mi compromiso.

Pienso en mi convicción

Para seguir en la brega.

Pienso que un verso, una loa

O cualquier garzoneo lírico

Serán mi huella imperecedera

Para un país insurgente. 

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y DOS

 

A mediados de la tarde

Cuando la modorra

Aletarga suavemente,

y el sopor tropical cala

hasta el último vestigio de irrealidad,

me doy perfecta cuenta

que un monstruo se acerca, 

que debo tomar la decisión:

¿Debo seguir habitando

en este nido fascínate

del recóndito Litoral Pacífico,

o regresar a mi Cali del alma?

 

Todo se me apresta para no pensar:

las cortinas se apaciguan en vano,

mis manos laboriosas se congelan,

Mis melenas sudorosas me fastidian,

Mientras el zumbido de moscas

me acompaña inexorablemente.

Algo me debe conducir a la idea.

Mientras deambulo esta celda mental

Algún suceso fortuito o premeditado

me debe ayudar a conjurar el dilema

a romper el encanto que hoy me ata

a esta manigua amorosa de Nariño.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y TRES

 

Alzo la mirada

Y tu allí,          

Distante como siempre,

Ni más cerca

ni mas lejos

de mi anhelo.

Y yo aquí,

Siempre al acecho,

Sumido en una rutina desdeñosa

Que me lleva a la inconsciencia.

 

¿En qué piensas?

Callas obstinadamente

Y nada pasa.

La tarde avanza

Sin ilusión,

Haciéndonos los sordos

A este deseo

Que arde y que gime

Sin poderse saciar.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y CUATRO

 

Es la hora exacta

Cuando los sonidos

Del grillo y el agua,

El labrador y los pájaros

Me integran al ambiente.

Es el instante

Cuando una luz perfecta

Toca con su magia

cada objeto ordinario.

Es la hora exacta

Para develar la clave

de mis emociones.

 

Algo me distrae,

las notas arrogantes

de un sonero antillano

suena en la radio

y me conduce

a otros parajes bucólicos.

Sus canciones rítmicas

de juglares modernos,

En una tarde cualquiera,

me llenarían de embeleso,

Y hoy es posible que no.

Porque esas melodías

Me alejan de la Selva,

Me perturban el ánima.

Hoy, adoro esta calma chicha,

Porque me sabe a paz.

 

Apago la radiodifusora,

No quiero que nada ni nadie

Me distraiga en este instante

cuando me asomo con deleite

al Recóndito Litoral Pacífico,

Quiero perderme con la “Tunda”[4]

que la manigua devore mis sentidos

Quiero que pare la tala forestal

Para que se conserve intacta

Esta  naturaleza humedecida,

Esta abundancia de vida virginal.

No quiero profanar su silencio

Ni siquiera con pequeños suspiros.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y CINCO

 

Doy unos pasos sagaces

En esta catedral de lianas,

Natos, mangles y bromelias,

Y me quedo embelesado,

Sin atinar a seguir

O a caerme de hinojos.

 

Con este aturdimiento

Empiezo pronto a percibir,

a construir sensaciones.

Escucho, miro, inhalo  

El aroma de tierra húmeda

Que lía aroma de catleyas.

La más sutil bandada

de tucanes o gaviotas

Trinan o sisean al unísono.

Los riachuelos, las gotas de rocío

y el golpeteo del potrillo contra la ola       

van creando arpegios con el agua.

El golpe de hacha de los tuqueros[5]

Trasciende la llanura indolente,  

Mientras que un sino de muerte

carcome al pantano y la manigua.

 

Allí me extasío

entre la bruma matinal  y el sosiego,

Integrado al ambiente  húmedo

de esta costa pacífica y risueña,

Sumido en la  armonía milenaria

de aves, cristalinas y tuqueros.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y SEIS

 

Cuando el silencio de la noche se diluye,

Un ensueño de trópico me persigue

Y nace otra aurora entre las palmas.

En este confín donde reposa mi cuerpo

Recobro otros instantes de luna llena

en platinados visos sobre las sábanas.

 

En las tardes tropicales, mientras el sol

Declina sobre los montes y las flores,

Yo, con las manos trenzadas sin afán

y los ojos poblados con otras ilusiones

Me propongo recorrer los lares del ayer

Para recuperar crepúsculos y auroras.

 

En las noches de trópico emprendo viaje

Tras una estrella polar que se evapora.

Escapo en un velero que danza con las olas

Tras una pesca de ensueño y de nostalgia.

Y en la mar busco la firmeza de las playas.

Entonces, los versos apasionados fluyen.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y SIETE

 

Camarada, desde esta ausencia,

Pretendí mediante este soliloquio

Transgredir para asaltar tus sentidos

Y llevarte a pensar certeramente

Que existen caminos de rebeldía

No predispuestos ni imaginados

Por los señores que te Gobiernan.

Que existen cambios importantes

Que debes asumir en ti mismo

Para revelarte de sus dominios.

Para transmutar este mundo cauto

Con su perverso celaje de dominio.

 

Camarada imaginado, hoy te insto

Para que recibas con desconfianza

Este novel testamento de rebelde

Que te escribo con desesperanza

Para que comprendas con celeridad

Y saques tus propias conclusiones.

Te confieso que tuve que escribirlo

Para no morirme de aburrimiento,

Cuando la lucha conmigo mismo

Se me hizo más pesada y amarga.

Te propongo que luchemos ahora

 Aunque solo sea para controvertir,

 

 

Estoy pensando en el regreso.

Ahora que he encontrado la magia

el verso exacto para liar mis anhelos,

debo retomar mi vida en la ciudad.

Absorto  en este pensamiento,

Te pido camarada que me escuches,

Cuando aún no me percato del escape 

que significa esta actitud juvenil

de rebeldía contra lo establecido.  

Soy como tú, un pequeñoburgués,

Con ínfulas y conciencia de cambio.

Te propongo que unamos fuerzas

Y que saquemos a flote valentías

Para dejar una huella generacional

Que transforme irremediablemente,

Esta realidad que se nos hizo arcaica.

 

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y OCHO

 

Camarada,

no dejes que circunstancias adversas

Confundan tu verdadero destino

de hacedor de sueños y nostalgias.

No te dejes engañar por la doctrina

Que seduce con su palabra lasciva.

Decanta de ella su código de signos,

Pero, crea tu propio culto a la verdad.

 

Camarada

Busquemos una opción de poder,

que nos permita sobrevivir al celo

de esas instituciones siniestras

que controlan y administran el miedo.

Construye tu conexión con la gente

Y a partir de allí lucha por la verdad

La equidad, la felicidad y el amor.

 

Camarada

Lucha por la diversidad ahora

Acepta sin ambages  la diferencia

Y lucha por las causas sociales,

No permitas nunca el control

de tu inteligencia libérrima

no te dejes que te confisquen

tu razón, tu verdad o tu ser.

 

 

 

CANTO NÚMERO CUARENTA Y NUEVE

 

No te confíes camarada

De aquellos que con lisonjas

Permean tu rebeldía juvenil.

Ellos transitan sin escrúpulo

Comprando integridades,

Saqueando la esperanza

de la gente que piensa

y que construye una nación.

 

Aunque el cansancio llegue

Aunque el rencor inoportuno

Ciegue tu deseo de libertad,

Busca una Era mejor para ti.

No permitas que maten tu ilusión

Ni que se chupen tu fuerza

Olvida sus palabras represivas

Y marcha en pos de la vida.

 

 

 

CANTO NÚMERO CINCUENTA

 

 

Abruptamente

La radio y la televisión

Hablan de Cali

Mi ciudad soñada

Algo pasa allá

Trágico y visceral.

 

“Después de un mes

De toma pacífica

Del alma mater

Por los estudiantes

De la universidad del valle

Hoy veintiséis de febrero

Se intentó rescatarla

A sangre y fuego

Por parte del ejército.

Dando como resultado

Un estudiante muerto

Y veinticinco heridos”

 

Escucho sorprendido

Como si esto no fuera

Lógico y previsible.

Ahora deseo saber

De mis compañeros

Que se quedaron allí

En asamblea permanente.

 

“El estudiante muerto

De un tiro en la cabeza,

Era jugador  de voleibol

Y se llamaba Edgar Mejía,

no se sabe el paradero

de Vicky la Vietnamita

ni de la mayoría de líderes

De la federación estudiantil”.

 

Me quedo petrificado            

Sin saber más de Cali,

Pienso en el retorno

¿Cuándo saldrá el barco?

Ya no tengo escusa

Para seguir esperando. 

Debo retomar esa gesta

Que los jóvenes de hoy

Hemos asumido valientemente 

Para mejorar los contenidos

De la educación “superior”.

Debo estar allí, discutiendo

Proponiendo ideas y consignas,

 no debo perder un detalle

de este acto de creación

que convulsiona y reta

a la sociedad mesiánica.

 

Tiempo pasa … pasa raudo…

En dos días sale para el “Puerto”

El buque de los “Tres Amigos”

Cargado con maderas,

Bultos de coco y personas.

Cierro mis párpados

En acción premeditada

Y dejar pasar los recuerdos.

Recojo mis huellas matutinas

Sobre el limo del sendero

Que dejó una manada de zainos

Que abrevaba en el riachuelo

Y escapo hacia la gran ciudad.[6]

 

 

 

 

Acabado de revisar el 15 de Septiembre de 2008

 

 

 

 

                                                                                                                    



[1] Los textos iniciales de este libro fueron escritor en el año 1971  en El Charco, municipio costero del departamento de Nariño, Colombia,  en la época álgida del movimiento estudiantil de la Universidad del Valle. Se transcribe y se realiza revisión lingüística y poética en los años 2005 y 2008.

[2] En la Costa Pacífica colombiana se designa con la palabra “Potrillo” a una pequeña embarcación construida de un tronco de madera, con capacidad para bogar una o dos personas.

 

[3] La palabra “hombre” se refiere en este texto  al concepto de humanidad, incluye los distintos géneros.

[4] La “Tunda” es un personaje mítico del Litoral Pacífico colombiano que disfrazada de una persona conocida  atrae la atención de una persona y la envolata  en el monte.

[5] La palabra “tuquero” pertenece al argot regional del pacífico colombiano y corresponde al talador de madera en el monte que corta tucos o trozas hasta de tres metros de largo y con diámetros mayores a 30 centímetros.

[6] El día 29 de febrero de 1971 el autor regresa a la ciudad de Cali y retoma su participación en el movimiento estudiantil.