LAS RAZONES DEL CANTO Y DE LA LUCHA
LAS RAZONES DEL CANTO Y DE LA LUCHA
POEMA ÉPICO
GUILLERMO PULECIO CORREDOR
El Charco (Nariño), Colombia, 1971[1]
INDUCCIÓN
Muchas veces dejamos que la existencia nuble nuestra razón de ser y cual aletargados transeúntes permitimos que la lucha diaria, que debería motivarnos, la transformemos al gusto de de la ideología dominante y nos camuflemos para no dar rienda suelta a nuestros ímpetus libertarios. Con un discurso amañado nos excusamos flagrantemente de todo compromiso, nos alienamos a favor de los que ostentan el poder y las armas creyendo que las contradicciones internas del sistema lo destruirán por dentro y permitirá mágicamente que la “tortilla se vuelva”, que se vuelva a favor de los desposeídos, de las minorías discriminadas y perseguidas por la oficialidad. Otras veces soslayamos nuestro compromiso de generación inconexa bajo el sopor de actitudes nihilistas y dejamos pasar inadvertida la lucha de aquellos aferrados a opulentos bienes materiales contra los que no tienen nada. O simplemente dejamos el devenir de la vida como un lánguido vallenato en la penumbra.
Estos cantos se los dedico a la gente linda de mi tiempo, a los perdidos soñadores de floridos andurriales y efímeras glorias, a mis amigos sencillos de la paz con los dos dedos en “V” de la victoria por una contracultura sin consecuencia, a mis amigos soñadores que aún creen en el amor idílico, a mis amigos sensibles de paisajes y lúdicas estancias, a todos aquellos que como yo están motivados y comprometidos para dar la lucha legítima de liberación en contra de prejuicios y condenas a la diversidad del género humano, hasta establecer la razón de ser de todos en un contexto de equidad, de amor y de paz.
CANTO NÚMERO UNO
Del campo,
los montes
y las flores
Vienen ya
Cavilando
Desmadrando
Desde el devenir
a la inconstancia,
El, ella y sus nostalgias
Quieren ser libres
Y deambulan somnolientos
Pretendidamente despiertos y desprendidos
De este mundo terrenal y arcaico.
Quieren desusar a cada instante
La ideología dominante
en su pequeño yo
Y no es posible
Quieren desangrar por un momento
Cien mil tedios
Por sus estupideces cometidas
Y aun se encuentra virgen la noche.
Sigue aquí y allá sumidos
Sin atreverse a transformar nada
Ni siquiera su desaliñada incertidumbre.
Pero, muy a pesar de su vegetar airoso
De su euforia taciturna
Y de sus quejas de generación inconexa
El mundo sigue su marcha estertórea
Hacia la liberación de los pueblos.
CANTO NÚMERO DOS
¿Ser joven para qué?
Me pregunto
Y les pregunto a ustedes camaradas
A mis compañeros en edad de los sofismas,
¿Ser joven para qué?
¿Acaso para andar con una flor de cannabis
Metida en la cabeza?
¿Y viajar
Y viajar a nuevas sensaciones
A distorsionar lo que soy
Lo que vivo
Y lo que maldigo?
Ser joven
¿Para imaginar que soy un rey
O tal vez un dios taciturno
Que ordena sin escrúpulo
Las minucias de los mortales?
CANTO NÚMERO TRES
Entre el amor y el odio,
Lentamente,
Voy pensando en lo que siento
Hacia mí mismo
Hacia el amor infame,
Hacia las minorías discriminadas
Por su sexo o sus ideas,
Descifro la aventura que comienza
En los momentos íntimos
Cuando vivo un ardor poético
O me muero de deseo.
Pausado y silencioso
Marcho en pos de mi país
Y lo descubro
En la penumbra de mi alcoba
En la calle de sensaciones efímeras
En los parques con rincones secretos.
Y lo descubro por gusto
O por la costumbre de venir a viejo
O por un rito rutinario de saciar
Con imágenes esta rabia cósmica.
Caigo luego,
En lerdas horas de aprendizaje
Para obtener un oficio
Y una dignidad servil.
Allí mismo escapo,
Y pienso en el ocio
Que prefiero y que invento.
Me imagino habitar
En una buhardilla acogedora
Cuya luz mortecina
Me figuran fantasmas
Detrás de los objetos,
Donde transciendo
Viejas consecuencias.
Allí,
le pongo lastres a la ilusión
Para que siga pintando
la escalinata de ensueño.
Allí,
fundo este canto matutino,
y escapo del deber y la gloria.
En ese instante lúdico,
Me recuerdo ensimismado.
Soñando a pierna suelta
En la quinta fila del auditorio tres.
Absorbiendo pájaros de rigor
en la cátedra de historia
Dictada por Colmenares
O la de sociología urbana
Dictada por Mondragón
O la de urbanización y cultura
Dictada por Chepe Luis Giraldo.
A un estudiante que se integraba
En el gozo por el aprendizaje
Esas mañanas candorosas
De la Universidad del Valle.
Poco después me cercioro
de que estoy vivo,
de que sigo lánguido
Sin debutar
En la Arcadia de la liberación,
Por seguir sumido
en el credo de la profesionalidad.
CANTO NÚMERO CUATRO
Acudo alucinado
Al vértigo de la Historia,
Al absurdo bruñir
De fantasmas apuntalados
En el revés de mis memorias.
Descubro que todo,
Absolutamente todo,
Tiene música
Tiene un ritmo
de tambores ancestrales,
el ritmo de la sangre
me transporta al origen
y descubro lasos íntimos
que fluyen y flamean
con la mas sutil incoherencia
con la más deliciosa
pasividad del ánimo.
En ese instante,
Es magia pura,
todo en derredor se manifiesta,
el caos aparente se estructura
mi constreñidor falaz se distrae
porque acuden a mis sentidos
los mas leves susurros y siseos
el gotear perenne de un grifo ético
la ira que ruge entre mis sienes
el rasguido de las ropas
que escapan de mi cuerpo
en un apuro de amor
y mas allá la brisa húmeda
corre como flama acariciante
sobre las palmas desnudas
sobre mi cuerpo en retozo
para que todo, lentamente,
funda una nueva realidad
donde lo ínfimo
es también bello y armonioso
donde me excita
el lánguido perfil
de dos amantes trenzados
sobre una playa desierta,
o el torrente inusitado
de una lágrima.
CANTO NÚMERO CINCO
Estoy aquí,
Amando a mi ciudad.
Pensando en volver a recorrerla.
Aunque sea,
a estacionarme
En el banco aburrido
De mi cafetería predilecta,
Y detrás de un cigarrillo
Domeñar el mundo,
Treparme a un pedestal
Del intelecto,
Y mirar de soslayo
el inútil trajinar de los obreros,
la meada de un niño en la avenida,
una tarde gris sin alicientes,
una ventana difusamente iluminada,
dos faroles que se elevan
la última noche de diciembre,
una luna,
un azul
o una esperanza.
Cualquier cosa.
Quiero sentirme en mi ciudad
percibir su aroma y su herrumbre
quiero evadir mi lontananza
Aunque no deba.
CANTO NÚMERO SEIS
En esta playa
La laxitud de las horas
Fabrica desarraigos
Que no puedo evitar.
La divagación mental
Cunde mi ánimo de nostalgia
Me lanza a su sopor
Viscoso y lerdo.
Mi ensoñación
Me priva del fervor
Y del acecho.
No sé desde que hora
Estoy tendido en una hamaca.
Dejando que pasen las horas.
Sin explicarme
Sobre la realidad que añoro
Sobre este amor insatisfecho
Sobre la vida y la nada.
Estoy aquí inánime
sin cansancio ni urgencia
dejando consumir mi latido vital
hasta que el sueño me capture.
Entonces,
En este despilfarro
De la emoción y la brega,
Despierto
Y no encuentro motivos
Ni razones
Para seguir ausente.
CANTO NÚMERO SIETE
He vuelto a mi ciudad.
Por un instante estoy aquí
cavilando
en el escaño de siempre.
Reconozco el viajante
de otros tiempos
Que ha nacido
y se pierde conmigo
Que como ahora y entonces
Interpreta melodías efímeras,
Que cuestiona al mundo
que le ha tocado sufrir
y se cuestiona a si mismo
por no gritar su diferencia.
Pienso
que por fin gobierno
En este feudo de infinitos colores
En esta ciudad etérea e imaginada
En este antro hipodérmico
Donde el día ya no es día
ni la noche tiene aurora.
Pero el vacío de la soledad
Me excluye de la magia
y altera mi sentido.
CANTO NÚMERO OCHO
El pasar y pasar inadvertido
es mi camuflaje, mi escondite,
para evitar el camino hacia la hoguera,
cuando acecho con rubor tras las cortinas
cuando empiezo a confundir el reto,
a no entender como mi voz aterciopelada
puede encajar en la brega
por difundir nuevos paradigmas
para impugnar prejuicios y desprecios
en el seno de nuestra civilidad.
Inmerso en una juventud
Que se atreve
de manera autónoma
a difundir nuevos valores
sobre la sexualidad,
la igualdad de género,
la equidad en el acceso
a los bienes de la tierra y la cultura.
Que se propone una patria socialista
Huyo y me distraigo.
El poder con su garrote,
Va exhortando
¡Viva la familia!
¡Viva la tradición!
¡Viva la propiedad privada!
¡Viva el capital y su estrategia!
¡Viva la Patria y sus gendarmes!
¡Viva la diferencia de clases sociales!
Y yo, ensimismado, escucho.
Entre unos y otros no encuentro
donde colocar mi clase especial.
La cantaleta de la difusión
Me despierta confundido
En una playa del litoral
O en alguna parte
Donde no pueda desasirme
ni permitirme disyuntivas
hasta que se vuelve aciago
este presente de desilusiones.
CANTO NÚMERO NUEVE
Te canto joven imaginativo,
Que en tu discurrir figuras todo.
Veo como una mueca sarcástica
Va enmascarando tu rostro bello,
porque ves en esta tregua
como se vela la revolución soñada,
bajo el ropaje púrpura de la mística
de esa cofradía servil y alucinada
que te acecha y te asedia
implorando el advenimiento del mesías.
A ti, joven rebelde,
Prisionero de la duda y la costumbre
Y a mí, disoluto e incognito,
Con voz inusitada canto,
Porque sé que en la memoria
nos quedan las imágenes libidinosas,
las voces del silencio musitando versos,
el acometer diario de la vieja tradición,
el rostro del dolor bañado en llanto,
la ira cuando avasallan nuestros sueños,
el fastidio cuando los esbirros
van carcomiendo tus agallas libertarias
hasta dejarnos mutilados
y sin ganas de otras realidades.
Porque se a esta altura de la vida
Que la ideología dominante
se canta, se susurra
en todo acontecer humano
hasta imprimirla en tu seso,
para que tu crítica mordaz
no marchite esas veleidades,
te conducen inexorablemente
hasta hacerte sujeto de una historia
inventada por los dueños del poder.
CANTO NÚMERO DIEZ
Con esa sensación subjetiva,
De ser el personaje de una historia,
Implantada en lo más recóndito
De tu memoria juvenil
Por el gobierno de turno.
Eres como un enajenado
Que estrena nueva dignidad.
Te sientes un “hombre de bien”
O una “niña de cinco en conducta”,
Confiable, alucinado y servil.
Asegurado y subordinado
A ese orden preestablecido
para constreñir tus divagaciones,
supeditado a la obediencia
e impedido para emitir juicios
sobre la realidad verdadera.
Entonces, siento alivio
Porque empiezo a descubrir
Cual es la maniobra,
Empiezo a interpretar
Los sofismas de distracción
De que se valen los gobiernos
Sobre los hechos verdaderos.
Empiezo a entender
Que van repitiendo mentiras
Hasta asegurar sus improntas
en la memoria de la gente.
En este instante benévolo
estoy seguro que alguien,
con una mente sagaz,
a la mano de un titiritero,
pensó por toda la nación
definió cual es el bien
y cuál es el mal
y quienes los enemigos de la patria.
Pensó también
evitar a toda costa,
el despertar ciudadano.
Sabe mantenerlo en el letargo,
Distraído, con vino y circo,
para que nunca clame justicia
para que nunca descubra sus derechos.
Joven camarada,
te hablo del gobierno
cuyo dominio del intelecto
Te hará sentir
Que todo está bien
Que no hay de qué preocuparse
Que nos relajemos
Que nos conformemos
Que les permitamos administrar nuestra vida
y la de nuestros descendientes.
POEMA NÚMERO ONCE
Esta sumisión
Por la buenas o por las malas,
Hará olvidar viejos oprobios
Para imponer nuevas cadenas
al negro en sus palenques
al indio en sus resguardos
al mestizo en sus colonias
y al ciudadano en sus reductos urbanos.
Esta sumisión
Te hará insensible
Ante el tallado de esas cadenas
Y pretenderá
Que el hambriento se olvide del abasto,
Que el ignorante no desee aprender,
Que el sesudo estudiante no se revele
Contra la sociedad de consumo.
Su tu te dejas
Si yo me dejo
Estaremos condenados a divagar
En una realidad insulsa
Transmitida por las difusoras del estado
Donde se legitiman los acordes marciales
De una paz impuesta por las armas.
CANTO NÚMERO DOCE
Suena y resuena
El loro ideológico.
Nos permea el intelecto.
Esa gente que ostenta el poder,
Percute su latido y su látigo
Por todos los medios disponibles,
Sin dolor y sin pausa,
Llena nuestra realidad de paradigmas,
De indicios y desvalorizados mitos,
De tanto repetir hacen que creamos
Que no hay otra realidad posible,
Por fuera de la que ellos inventaron.
Y en realidad,
Esa gente obstinada está usurpando
La autodeterminación de los pueblos.
¿Sabes camarada?
Yo no te invito,
Como dice mi madre,
A ser un nuevo Cristo,
A cargar la cruz de los pobres.
Te invito a que despiertes
A que mires con impertinencia
Las verdades reveladas,
A que escuches con perspicacia
Los oradores del establecimiento,
A que te olvides del cansancio
Impuesto por el deber ser
Y con nuevos bríos empezar
a construir nuestra propia utopía.
Solo te pido,
que caviles sosegado
sobre tu realidad y busca
donde pueda haber una esperanza
para la equidad, el amor y la paz.
CANTO NÚMERO TRECE
Ten cuidado
Con el fluido herciano de las ondas radiales
Con el candor de las imágenes televisivas
Con las películas que fabrican vidas ilusorias
Con los diarios de amplia circulación
Con la vallas que enarbolan el consumo
Todos ellos y otros menos evidentes
Te carcomen tu conciencia.
Esos medios ilusorios
Pretenden aprehenderte,
Te ganan con sofismas y lisonjas,
Te apabullan con multitud de credos
Para que obnubiles tu pensamiento,
Te hablan del ser y de la nada,
Del homo sapiens y su aterradora soledad,
De la vida terrenal y de la muerte,
Rescatan del hipismo
Su estrafalaria vestimenta y su droga
Y te las venden en tiendas de cadena,
Fíjate, en el comercio ya se vocifera
“viva la revolución de precios”
Legitimando en su leguaje
Esa actitud de nuestra generación
Pero a la vez desvirtuándola
A favor de la ideología imperante.
Mientras los estudiantes marchamos
Se toma las calles y las plazas,
El indio, el negro y el mestizo,
Siguen encerrados
En su legítima lucha
Por la supervivencia,
Sigue en su senda laboriosa
Sin percatarse siquiera
Que hay otras realidades diferentes
A la de estar sumidos en el abandono.
Nuestro pueblo colombiano
Siguen soñando en ganarse la lotería,
Pasa embelesado toda la semana
Con el futbol y las radionovelas.
No reaccionan ante un país
Que zozobra por falta de equidad
En la distribución de la tierra,
Del saber y las riquezas naturales
y de los bienes producidos en sociedad.
CANTO NÚMERO CATORCE
Oye, oye sus voces devoradoras
Ya vienen y te manifiestan su miedo
¡Shisss! Suena la radio “Toque de queda”
“Los estudiantes se tomaron la universidad”
“La universidad se toma la Plaza de Caicedo”
“Hubo pedreas y disturbios en Santa Librada”
“Los estudiantes en asamblea permanente”
“Las universidades hacen paro estudiantil” ,
La realidad cotidiana te avasalla.
Tienes ideas tomadas de la emoción.
Hay diez movimientos agrupados pensando.
Pero no sabes de una estrategia,
No tienes ni idea del que hacer
Para transformar el mundo.
Ahora somos dos confundidos
Que canturriando y discutiendo
Nos vamos transformando
En dos juglares inventando canciones,
En dos estudiantes consecuentes.
“Cuando querrá todo el pueblo
Que la tortilla se vuelva”
Y el pueblo sigue horro
Sin agruparse ni luchar
por la vida y la libertad.
CANTO NÚMERO QUINCE
Tú y yo
Fantaseando,
Viajamos en edades
Hasta llegar a viejos.
En un futuro
Los dos sentados
Frente a una taza de café
Le transmitiremos a la gente
Nuestra nostalgia.
Si no morimos en el intento
Por transformar nuestra realidad,
Les contaremos una a una,
Nuestras ambiciones saciadas,
O las de generación fracasada,
Reluciremos con fantasías
el anecdotario de nuestra gesta,
Difuminaremos la carcoma de la edad
Con sus esperanzas baldías
Para darle paso a la ensoñación.
En absurdo
Tu y yo
Repitiendo refranes
y larguísimos recuerdos.
Así seremos,
no habrá más que imaginarlo
Para que eso nos suceda.
CANTO NÚMERO DIEZ Y SEIS
Se hace tarde
La noche transcurre clara,
El rumoroso mar lo es todo.
Me abisma en nostalgias de ciudad.
La luna vaga en su zenit de hielo
Y yo, labriego de la búsqueda,
Divago sin poder encontrarme.
Hoy me siento abochornado y atávico
¿Que busco en esta hora baldía ?
¿Sumirme más en el egoísmo de mi huida?
¿Liberarme de envidias y desaires fortuitos?
¿Deshacerme del lastre abominable de la ira?
¡No! ¡Qué tortura saberme abandonado!
Estar seguro que el odiar a alguien o a algo
No solucionará nunca la razón de ser.
¿Qué hago en este mundo distante?
¿Seguir buscando una paz sin consecuencia?
Aquí, entre la manigua y el viento de mar,
Soy incapaz de encontrar una ruta
que satisfaga mi hambre de saber,
que tome mi cuerpo y le traiga alivio,
pues, ya no hay recuerdos ni esperanza
que enarbolen un amor desesperado.
Es inútil esforzarme por la felicidad,
que vislumbre la plenitud de una caricia,
que ate ternuras de una voz persuasiva.
Me quedo solo, disectando olvidos,
al son del latido de mis sensaciones.
En esta hora todo me induce
A emborracharme de pereza mental,
A pensar que todo está hecho,
Que la lucha deberá esperar
Para otro día menos voluptuoso.
A esta hora pesan las miradas.
Discurro entre sueños y canciones,
Desgrano melodías como el juglar
Que testimonia historias y laudes
para su pueblo y sus ancestros.
CANTO NÚMERO DIEZ Y SIETE
El hombre es un viajero permanente.
A fuerza de adversidad y constancia
Va Construyendo un sendero
Para poder transitar hacia el ocaso.
Muchas veces,
En noches de plenilunio,
Lo he visto con un incierto vagar
Lamer el insomnio y escupir su tedio.
Lo he visto perderse
en melancólicos callejones
del barrio de los maricas y las putas.
Lo he visto una tibia madrugada
Regresar de incognito,
bajo la lluvia de luces de neón,
a los brazos del deber y del ser
a estacionarse en su verdadero yo,
a construir su propia utopía,
por aquello que sufre y canta.
Cree que su vida tiene sentido
si lucha por las libertades civiles
y si esa lucha tiene principios
seguirá sin cuartel hasta el fin.
Comprende por fin
Que cuando el corazón se desboca
Pierde la ruta y sus destinos
Que el corazón no sabe
que los ideales son mutantes
con el transcurrir de los años.
CANTO NÚMERO DIEZ Y OCHO
Desde hace un tiempo
He venido recontando temores
Y me acongojo.
Quiero hablar de algo más.
De aquello que parece inconfesable.
De esa lucha interior,
que en solitario y en silencio,
he soportado desde niño.
Quiero confesar
Que por pusilánime la he callado,
que aunque me he hecho el loco,
esa lucha sigue allí,
esperando,
para que de vez en cuando
aflore a la conciencia como un látigo
y vislumbre este devenir incierto.
Es algo que anima el pensamiento
Y a la vez lo llena de temores.
Otras veces, todo parece fácil,
Pienso que debo integrarme
Como en uno solo ser que lucha.
Que solo basta que exteriorice
Ese escondrijo infantil
para curarme de la vergüenza.
Pero, de aquí a allá,
Hay largo trecho,
Y sigo acumulando fuerzas
Sin saber cómo ni cuando
Seré capaz de confesar
Públicamente mis anhelos
Y quién me mata cada día
con su mirada misteriosa.
CANTO NÚMERO DIEZ Y NUEVE
Esta lucha generacional
No debe ser una actitud
Que oprime y enajena.
Significa ordenar nuestras fuerzas,
Definir signos y símbolos posibles,
Debe acrisolar nuevos pensamientos,
Entrelazar costumbres y ritos,
Buscar las conexiones
Entre pueblo indígena y campesino
Entre pueblo obrero y estudiante
Entre pequeñoburgués y proletario.
Es la lucha de los quinientos mil brazos caídos.
es el puño en alto de la rebeldía,
son los dedos en V de la protesta
Que adoptamos de los hippies
como símbolo de paz, amor y sacrificio,
pero también de voluntad constante
de transformarnos y transmutarlo todo
para un mundo mejor en equilibrio.
Esta lucha no será jamás,
Símbolo de sometimiento y esclavitud
A unos valores vergonzosos
Concebidos para alienarnos
Por los patrones
de la libertad y el orden.
CANTO NÚMERO VEINTE
El nuevo hombre camarada
Aún se encuentra embrionario.
Te toca vivir para encontrar
Tu propio camino.
Aunque los seguidores del pasado
busquen cambiar tus ideales
tu consigna será: ¡Pensar!
Pensar hasta el fin de los tiempos,
Como si este compromiso fuera
Tu propia supervivencia.
Esta actitud querido camarada
Se transforma con los años
en un deseo permanente
de evolución y de cambio.
De irreverencia y de sedición
Contra los yugos que impone
Nuestra tradición latifundista.
Mientras el insomnio nos iguala.
A esta lucha nos sumamos
Y nos hacemos revolucionarios,
Inconformes, rebeldes sin causa,
Ateos, invertidos y feministas,
Para no usar otras palabras
De más grueso calibre verbal,
o como nos quieran llamar
Los incrédulos del cambio
Y los esbirros del régimen.
Nos unimos sin saber el origen
Para ordenar nuestra esperanza.
CANTO NÚMERO VEINTIUNO
Entonces me pregunto
¿Para qué quiero ser revolucionario?
¿Acaso tengo clara una nueva utopía?
Pienso que este acto de inconformidad
Será mi primer paso consciente,
¡Para difundir mis ideales!
¡Para dilucidar el mundo que queremos!
¡Para destruir faros ideológicos!
¡Para descubrir cuál es el engaño!
¡Para no aceptar los mimos!
¡Para hacer mi propia brecha!
¿Sabes camarada?
A veces pienso que estoy solo en la lucha
Y con la lucidez de un loco en su jaula
Me siento inseguro sobre lo que quiero,
Recuerdo que fui acunado en esta sociedad
Con sus mitos, credos y fracasos
Que empecé a despertar de ese letargo
a una edad cuando aparece el vello púbico
Cuando la conciencia no es conciencia
Si no un cúmulo de miedos y de fraudes,
en una edad de descubrimientos
fui creciendo en sensaciones y gustos,
Y hoy no encuentro razones ni alicientes
Para seguir construyendo sobre ruinas,
Donde no encuentro paz para mi espíritu
ni un amor que me integre en un solo ser.
Frente el abismo epistemológico,
en esta edad de los sofismas,
Vuelvo a buscar los frutos de esta cultura
Que depende de faros de otras latitudes,
(no puedo evitar el disgusto de saberlo),
quiero comerlos con sutileza y curia,
quiero saciar mi necesidad de saber,
pero la furia eructa un grito provocante:
¡Hay que nacer y construirlo todo!
¡Hay que cuestionar y definir de nuevo!
CANTO NÚMERO VEINTIDOS
El bote se va
No sabe que se aleja,
Que boga diestro
por el día hacia la mar
Y por la noche al estero.
No tiene
por qué saber
Que navega
Para quizás
Más tarde regresar.
Su destino no le importa
ni sabe que va y viene
hendiendo las olas,
cargado de ilusiones
y desmadejando nostalgias
de un boga somnoliento.
No importa quien gima
o cante en lontananza.
Precisa estar allí
dispuesto y vacío
asido uno entre otros,
prendido de los muelles,
añorando el mar
el río y el estero,
calladamente fiel
o crujiendo el maderamen,
para volver a partir.
Así fuera yo
Un bote sin afán ni destino
Con la rutina impuesta
Por el designio de una estrella,
O por una luna impregnada
De vientos, lluvias y mar.
CANTO NÚMERO VEINTITRES
Ya lo sé,
Lo he comprendido,
En esta tarde undívaga
Cuando la añoranza fenece
Para darle paso al deseo,
Se que aún no es tarde
Para emprender mí destino
De poeta deliberado.
En lo más íntimo
he tomado partido
Por una vida de estrechez
Y me reconforta saberlo.
Me coloqué el sayo al viento
Y divagaré de incognito
Como un gitano del verbo
Que vislumbra caminos
Y fornica en las noches
De plenilunio ecuatorial.
Me he convencido,
Que creceré y creceremos
Como unos desadaptados
Por todos los confines
Soterrados de la patria,
Como una plaga hiriente
Que no permite alianzas
Ni doblegar su encono.
Asido a las banderas
De paz, amor y fraternidad
Por una civilización
Armónica y sin fronteras.
En una dialéctica vital
Se bruñirá mi utopía
Seré como el hado
Que el viento reclama
Como un adiós
Como un encuentro.
CANTO NÚMERO VEINTICUATRO
La lucha será larga
Y durará, ¿quien sabe?
A fuerza de disciplinar
mi espíritu de andariego
Y de cuestionar el juicio,
Como una bandada
de golondrinas en giro
Seguiré adelante,
Luchando y bregando
Por el ideal socialista.
La lucha será larga
Y durará, ¿quién sabe?
A pesar de los años
Seguiré buscando
Buhardillas minúsculas
Donde reclinar mi celo,
Hasta llegar a viejo,
Sin transigir ni olvidar,
Soñando con gnomos
Que descifren caminos,
Libando los néctares
De besos prohibidos,
Seguiré convencido
Que mi generación
Es y será revolucionaria.
La lucha es larga
Y durará ¿Quién sabe?
Quizás digamos hasta siempre
Pero, Hasta siempre
¡Es tanto tiempo!
Aunque no lo deseemos
Vendrán aquellos días,
Aquellos largos y oscuros días
Cuando cansado el hombre
No quiera mas pensar
Ni quiera más luchar.
Entonces
¿Podremos soportarlo?
¿Será posible que aquel hombre
Del guerrear constante,
No piense más en su revolución,
Ni se erice ante la injusticia,
No parpadee por los infundios
De los gobiernos de turno?
CANTO NÚMERO VEINTICINCO
Cuando estemos viejos,
¿Habremos creado algo nuevo?
¿Mi legado será algo perdurable?
De ti y de mi no más depende
Que nuestra lucha cotidiana
Sirva para la liberar a los hombres,
Para crear nuevos senderos
De emancipación y cultura.
Camarada
Un día nos sentiremos viejos.
En algún lugar anodino
Se encontrará un joven
Como tú o como yo
Que empuñará su gesta,
se colocará en la fila
y luchará por la paz, el amor,
la dignidad, la diversidad,
el trabajo, el saber y la vida.
Y vendrán por todas partes,
Como una peste egíptica
Acosados de esperanzas,
Hombres jóvenes e intrépidos
Que implacables
Cuestionarán nuestro mundo
Y edificarán el suyo.
CANTO NÚMERO VEINTISEIS
Cuando estemos viejos
¿Nos sentiremos realizados?
Combatiente de imposibles
El hombre se realiza a cada instante,
Cuando tiene la felicidad de hacer
Y no dejar pasar la vida en vano.
Por eso y nada más que por eso,
Aunque la felicidad de hoy
sea risa y llanto
aunque la felicidad de hoy
sea hambre y desnudez
estoy convencido
que lucharemos siempre.
Aunque la revolución de hoy
de tanto trasegar
se vuelva arcaica,
Aunque nuestro militante de hoy
De tanto luchar
se vuelva viejo,
El virus de la inconformidad
Ha inyectado tu pensamiento
Y te seguirá latiendo por siempre
En lo más recóndito de tu ser.
CANTO NUMERO VEINTISIETE
Hoy compartimos
Con muchas ilusiones
El inicio de un camino,
Que será fragoso
Hacia confines de libertad,
Que sorberemos a gotas
Porque el deseo rebasa
Todo límite imaginado.
La lucha se propone
Sin término y sin miedo
Hasta fenecer tradiciones.
Debes comprender
Que si la victoria escasea,
No deberá rezagarnos,
Sino más bien pertrecharnos
de experiencia y nuevos juicios
Y convertir esas pequeñas derrotas
en alegorías y metáforas de vida.
En esos momentos,
Nuestro espíritu combativo
Se verá asaltado de preguntas,
La duda carcomerá tu resistencia,
¡Contradicción! ¡Contradicción!
¿Cuándo quedaremos satisfechos?
¿Cuándo nos llegará el cansancio?
¿Cuándo abandonaremos esta lid?
No hay respuesta oportuna
Que sacie el deseo de futuro.
Aunque la sociedad de hoy
Nos aleve y nos destruya,
Aunque la sociedad de hoy
Nos censure y nos bendiga,
¡No transigiremos nunca!
Aunque acallen
Nuestra voz de rebeldía
Aunque aprisionen
Nuestros cuerpos
No secuestrarán nuestro sueño,
Seguiremos obstinadamente
Hasta con el último hálito de vida
Luchando por la libertad,
El amor, la equidad y la paz.
CANTO NÚMERO VEINTIOCHO
La circunstancias del culto
Han acorralado al hombre,
Lo han llevado a pensar
Que debe arrepentirse
De una mancha original
De la cual no es responsable,
A fustigarse por no ser sumiso
Y cometer pecados de libertad,
A doblegar su cabeza e hincarse
Para confesar su desobediencia.
Así, cegado, permitirá el yugo
Sin oponer resistencia ni ira.
La liberación que buscamos
Reventará a esos avivatos
De los cultos y psicosis,
Busca rescindir una esclavitud
Y desdecir a esa sumisión
Que nos condena a la parsimonia.
Han creado un hombre de fe
Que no piensa
ni actúa por su cuenta,
Un hombre tardo,
Que cree en pájaros preñados
Quien utiliza lo ineludible
Para saber que la alegría
Y la razón de vivir es pasajera
Que la libertad es un mito lánguido
Esgrimido circunstancialmente
Cuando nos pisan los cayos,
Porque debemos llorar siempre
Para encontrar la vida eterna.
“Sufrir me tocó a mí en esta vida”,
Reza la lira de despecho popular
Para que no te olvides
Tu destino de llorón.
Para que no intentes,
Ni por asomo,
Sentir la felicidad de Ser
Sin pedir permiso por ello.
CANTO NÚMERO VEINTINUEVE
Cuando crece la aurora
entre cocoteros y naranjos,
Y el silencio de la noche
se diluye suavemente
en algarabías de trastos,
Canaletes y zambullidas.
Yo, en un confín cualquiera,
Me busco y me construyo.
Pienso en este instante
Que soy de la luna
El postrero rayo platinado
Que escapa de las sábanas
Y me siento indefinido.
En las tardes tropicales
De Sanjuán de la Costa
Cuando el sol declina
Su poder candente,
Me deslizo fascinado
Sobre un campo de flores
Que me lleva a la playa.
Yo, como una bala humana,
Salgo a su encuentro
Con las manos sensibles
Y ávidas de caricias.
Deploro aquel instante
Que no me atreví
A besar sus labios,
A cubrir con efusión su cuerpo
Hasta fundirme en su alma.
CANTO NÚMERO TREINTA
Camino por el muelle
Con el sol de maitinada
En el rostro somnoliento,
Viendo que mi sombra se estira
Sobre los tablones de madera,
Anhelando partir hacia la ciudad
Y retomar esa realidad nacional
Entonces, en este paraíso,
Pienso en la paz inalcanzable,
Pienso en la mutilación del hombre
Por seguir en una guerra fratricida
Desde los albores de la patria,
Pienso que estoy solo en la lucha
Y en mi aparece una alucinación,
Un espejismo acogedor y triste,
El dolor de pasar desprevenido
Y recorrer los pasos de decrépitos
Y codiciosos ideólogos del miedo,
Que entregan a su pueblo
Por un cargo diplomático
O por treinta monedas,
O por un plato de lentejas.
Me detesto por estar aquí,
Tendido sobre una playa
Con arenas grises y sol.
Ensimismado deploro
El estar en otro mundo
En pos de nada.
La ciudad me llama,
Debo recorrer sus calles,
Acechar en las esquinas,
Volver a mi célula de formación
En psicoanálisis, literatura,
Dialéctica materialista,
Sociología y teatro,
A reencontrarme, inquieto,
Con aquel viejo amor
Que dejé esperando mi regreso.
CANTO NÚMERO TREINTA Y UNO
Más solo que nunca,
En este mundanal de glosas
Despierto y me derrumbo.
Siento anonadado mi presente
Esculpidos mis pensamientos
Y timorato mi instinto libertario.
Estoy solo frente al mar
Y me doy perfecta cuenta
Que mis caminos del amor
Van hacia desiertos y enfados,
Que mi origen se ha perdido
En tumultos de la imaginación,
Y que mi emoción por vivir
Es un latido tenue y ensordecido
Porque ese hombre que soy yo,
El de ayer, de hoy y de mañana
Se ha hundido en su nostalgia.
Entonces, me aferro a una idea,
Me veo extendido sobre una ola
Como una canoa volcada
Haciendo círculos interminables,
Que zozobró porque el boga
Se cansó una noche de borrasca,
O mejor, soy aquel naufrago
Que se ha asido a un madero
Y flota sin poder avanzar.
Eso soy, vadeando un abismo
Sin poder alcanzar una orilla,
Que me devuelva mi espíritu
De luchador por la libertad.
Hoy, aquel hombre valiente,
Aquel simio inteligente de Darwin,
El bien amado hijo de los dioses
¡Se ha ensimismado en su retórica!
Y no podrá ser más que ego y soledad.
CANTO NÚMERO TREINTAY DOS
¿Cuántas noches mías se destruirán
En el instante gris de cada alborada?
¿Cuántas recuerdos y nostalgias olvidados
Se tornaran conscientes por la tarde?
¡En soledad no hay respuesta a nada!
En mis adentros el mundo sigue adormilado.
Pienso que vuelvo a la jungla de concreto
y una explosión de recuerdos se agolpan,
Pretenden salir a galope como si nada.
Mientras voy tejiendo el camino de regreso.
No se puede atinar a blandir la espada
Porque la desilusión no me permite la ira.
Sigo a la espera de una señal suasoria
Que libere mi instinto y construya el amor.
Siento envidia del trajinar de los potrillos[2]
Que van y vienen sin cansancio ni miedo,
Cuanto de tranquilidad en su bogar diario,
Qué maravilla de siluetas al cruzar el horizonte.
Cuanta nostalgia al recordar pequeños detalles
Que aproximaron mis sentidos al enamoramiento,
Que rabia porque no pasó de deseo y olvido.
CANTO NÚMERO TREINTA Y TRES
Quedamente, avanza en el camino,
Un vagabundo o tal vez un profeta,
Que habla al desolado y le cuenta
Que vendrán otros tiempos mejores
Cuando nuestras noches serán días
Cuando la brisa de tarde y de mañana
Serán la misma cosa y se queda mudo.
Absorto en su peregrinar de ideas.
Con febril encono surge su monólogo
Ve cómo se va volviendo extenuante
Su dudar constante, hasta el marasmo.
De pronto como fiera apocalíptica
Reza o grita o gruñe o gimotea:
¡Los sembrados se contaminaron!
¡La vanidad del hombre[3] se ha urdido!
¡Los jardines de Babalú están sin flores!
Y en desavenencia con la cordura
Un Orisha va surgiendo del manglar,
Cuando ya nadie escucha este lamento,
El mundo en su discurrir telúrico calla
Y el eco, insulsa voz entre congéneres,
No responde a los desadaptados.
Un nuevo silencio invade nuestro sueño.
La gente bella de nuestro tiempo feliz,
Aquel redil de entusiastas camaradas,
no aparece en estos lares de insomnio,
ni siquiera en el umbral de los anhelos.
Muy a pesar de nuestras lides y debates
nos hemos abismado en el pequeño yo,
para que el mundo, aquel sordo terrenal,
nos agregue a su suma aleatoria de cosas.
En desatino con el latido libertario,
Porque vuelvo a ser el tímido viajante
Que se ha ungido con tinieblas y silencios.
CANTO NÚMERO TREINTA Y CUATRO
Callan los recuerdos
Y el presente
se vive lentamente,
Sórdidamente,
Como en el pasado.
¡Que lastre!
Pues la sociedad inicua sigue
Aquí y allá, sujetándonos
Para que no nos perdamos
De la cordura y la sumisión.
Sigue latente mi desavenencia,
Enajenante y oprobiosa,
Para no escapar de la búsqueda,
Soy el mismo de siempre
Alucinando, Soñando
Con un devenir equitativo
Y con libertades democráticas.
Te confieso camarada
Que siento aún el fuego
Que hierve en mis venas
En contra de la humillación
por los privilegios omnímodos
De una casta de emergentes
Que controlan la economía,
Las leyes y el gobierno,
Que como lacayos sin patria
Van poniendo a disposición
Del imperio las riquezas
De una nación de aburridos
Que nunca supo de militancias
Y que sigue esperando
El apocalipsis planetario
Para que nos redimamos
De un país que fue vendido
Para la opulencia de unos
Y la desgracia del pueblo.
Perezosamente el sueño invade
El territorio del razonamiento,
La abulia disparata el sentido,
El miedo a no ser capaz
De asumir el compromiso
Me vuelven reaccionario.
Sabes camarada
para el peor de mis males
hoy me siento protegido
por una “institucionalidad”
que aborrece nuestros actos
porque nuestra generación
ha cuestionado sus costumbres,
que adquirieron sin honor
en los albañales del miedo
y en las traiciones sínicas
a la dignidad de una nación
Concebida libre y autónoma
por los Padres de la Patria.
CANTO NÚMERO TREINTA Y CINCO
Hoy callo
mañana hablará el viento
hoy callo
mañana hablará el mar
y el mar
y el viento
eternos condenados
saldrán cada mañana
vendrán en cada tarde
y tu
y yo
hombres indefinidos
¿Lo postergaremos siempre?
CANTO NÚMERO TREINTA Y SEIS
Estoy aquí,
Inmerso
en un mar
de pensamientos
Y el mundo sigue
Sin retórica
Ni tristeza.
A pesar de todo
El alba quedó atrás
Entre fanfarrias
Y ditirambos nativos
En la noche de San Juan.
La misa matutina
se esfumó
Veladamente
Entre el cura,
Las monjitas
Y los viejos
Hombres y mujeres
Que a pesar de todo
Serán y seguirán
Crédulos por siempre.
CANTO NÚMERO TREINTA Y SIETE
Solo yo
Y solo el mundo
Viaja el mundo
Y luego yo
Juntos
Asidos y solitarios
En un infinito abismo
De represión y olvido.
CANTO NÚMERO TREINTA Y OCHO
Un gallo tardío
Anuncia el nuevo día.
Ya suenan el mazo,
el serrucho y la escofina.
Es el momento
Para que los labradores
Inyecten el ambiente
Con enérgica labor.
Se inicia la jornada
En el taller de la obra
y yo sigo aquí
como el descriptor
que soy de la nostalgia,
divagando,
degustando un café
y desempolvando
un sinfín de recuerdos,
con un cigarrillo en los labios
y un papel cuadriculado
que sigue virgen,
como testigo mudo
por este pasado
que retomo hoy.
CANTO NÚMERO TREINTA NUEVE
El silencio y la soledad
Invaden al hombre,
La calle se mustia
con el sonar de radiodifusoras,
asisto sin especulaciones
A la transformación del mundo
Y tú, encallado en el devenir,
Como una cápsula celeste
Que vaga en el infinito vacío
Hablas de ti y tu pasado
De tus horas de libertad
Y de los insomnios
Por un amor oculto
Que se ha marchado al olvido.
Y yo, escucho simplemente,
Los mensajes resuenan
Con vigor en mi mente.
Siento que vago en solitud
Y que tú eres una fantasía
que pernota en mi memoria.
Y no es cierto, tú eres real,
Como la noche, como la lluvia
que se cierne sobre nosotros.
CANTO NÚMERO CUARENTA
Los días pasan y pasan
Y yo me quedo rezagado
Rezongando entre fanfarrias.
No atino a quedarme o partir.
Hoy, especialmente,
La rutilante mañana,
Es febril y hermosa,
Me embriaga de luz
En este fortuito verano.
Olvido por un instante
De donde vengo
Y cuál será mi futuro
Si me quedo
O si regreso.
Sigo a la deriva.
El calor sofocante,
Me cerciora
Que voy avanzando
Hacia la tarde.
Que el Sol ecuatorial,
Ese brioso padre
De la nube y la lluvia,
Me acompaña,
Mientras esquivo su canícula,
bajo la fronda de almendros,
Caimitos y zapotes.
Voy avanzado lerdo
al muelle de mi esperanza.
Hoy parte el “Tres Amigos”
Y no me llevará
En su vaivén interminable
Hacia el puerto
De mi buena aventura.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y UNO
En este instante
La lucha libertaria
Es una realidad cualquiera.
Esa necesidad imperiosa
De descubrirme a cada paso,
de cuestionar al mundo
de poner freno a mi pereza
pasan a un segundo plano.
Ese hombre luchador
se desdibuja en estas líneas
Que hoy escribo para ti
Mi perenne soledad,
Mi vacío de comunicación,
Amiga errante
de las tardes vencidas
Y canto para mí
Y para el mundo.
En secreto,
las horas baldías
Las amontono en fardos,
Tejidos con cabuya rala
Para que se escapen
Y vayan por ahí
Sin gracia ni reputación.
Me desvela un instante
Esta sensibilidad
Esta irreverencia
Esta irrealidad
Y me veo vacuo
E Insignificante.
No debo perturbarme
Porque son las mismas horas
Que la productividad nos roba
Y que transitamos sin emoción
Hasta que llega la noche.
La efectividad es un sofisma
Que nos distrae del ser
Y de la verdadera búsqueda,
la satisfacción personal
debe motivarnos a luchar
por la revelación y el saber.
De escribidor de panfletos
paso a escribidor de poemas
en un acto sombrío
que se va destilando
en el holocausto de las horas.
Pienso en mi compromiso.
Pienso en mi convicción
Para seguir en la brega.
Pienso que un verso, una loa
O cualquier garzoneo lírico
Serán mi huella imperecedera
Para un país insurgente.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y DOS
A mediados de la tarde
Cuando la modorra
Aletarga suavemente,
y el sopor tropical cala
hasta el último vestigio de irrealidad,
me doy perfecta cuenta
que un monstruo se acerca,
que debo tomar la decisión:
¿Debo seguir habitando
en este nido fascínate
del recóndito Litoral Pacífico,
o regresar a mi Cali del alma?
Todo se me apresta para no pensar:
las cortinas se apaciguan en vano,
mis manos laboriosas se congelan,
Mis melenas sudorosas me fastidian,
Mientras el zumbido de moscas
me acompaña inexorablemente.
Algo me debe conducir a la idea.
Mientras deambulo esta celda mental
Algún suceso fortuito o premeditado
me debe ayudar a conjurar el dilema
a romper el encanto que hoy me ata
a esta manigua amorosa de Nariño.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y TRES
Alzo la mirada
Y tu allí,
Distante como siempre,
Ni más cerca
ni mas lejos
de mi anhelo.
Y yo aquí,
Siempre al acecho,
Sumido en una rutina desdeñosa
Que me lleva a la inconsciencia.
¿En qué piensas?
Callas obstinadamente
Y nada pasa.
La tarde avanza
Sin ilusión,
Haciéndonos los sordos
A este deseo
Que arde y que gime
Sin poderse saciar.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y CUATRO
Es la hora exacta
Cuando los sonidos
Del grillo y el agua,
El labrador y los pájaros
Me integran al ambiente.
Es el instante
Cuando una luz perfecta
Toca con su magia
cada objeto ordinario.
Es la hora exacta
Para develar la clave
de mis emociones.
Algo me distrae,
las notas arrogantes
de un sonero antillano
suena en la radio
y me conduce
a otros parajes bucólicos.
Sus canciones rítmicas
de juglares modernos,
En una tarde cualquiera,
me llenarían de embeleso,
Y hoy es posible que no.
Porque esas melodías
Me alejan de la Selva,
Me perturban el ánima.
Hoy, adoro esta calma chicha,
Porque me sabe a paz.
Apago la radiodifusora,
No quiero que nada ni nadie
Me distraiga en este instante
cuando me asomo con deleite
al Recóndito Litoral Pacífico,
Quiero perderme con la “Tunda”[4]
que la manigua devore mis sentidos
Quiero que pare la tala forestal
Para que se conserve intacta
Esta naturaleza humedecida,
Esta abundancia de vida virginal.
No quiero profanar su silencio
Ni siquiera con pequeños suspiros.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y CINCO
Doy unos pasos sagaces
En esta catedral de lianas,
Natos, mangles y bromelias,
Y me quedo embelesado,
Sin atinar a seguir
O a caerme de hinojos.
Con este aturdimiento
Empiezo pronto a percibir,
a construir sensaciones.
Escucho, miro, inhalo
El aroma de tierra húmeda
Que lía aroma de catleyas.
La más sutil bandada
de tucanes o gaviotas
Trinan o sisean al unísono.
Los riachuelos, las gotas de rocío
y el golpeteo del potrillo contra la ola
van creando arpegios con el agua.
El golpe de hacha de los tuqueros[5]
Trasciende la llanura indolente,
Mientras que un sino de muerte
carcome al pantano y la manigua.
Allí me extasío
entre la bruma matinal y el sosiego,
Integrado al ambiente húmedo
de esta costa pacífica y risueña,
Sumido en la armonía milenaria
de aves, cristalinas y tuqueros.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y SEIS
Cuando el silencio de la noche se diluye,
Un ensueño de trópico me persigue
Y nace otra aurora entre las palmas.
En este confín donde reposa mi cuerpo
Recobro otros instantes de luna llena
en platinados visos sobre las sábanas.
En las tardes tropicales, mientras el sol
Declina sobre los montes y las flores,
Yo, con las manos trenzadas sin afán
y los ojos poblados con otras ilusiones
Me propongo recorrer los lares del ayer
Para recuperar crepúsculos y auroras.
En las noches de trópico emprendo viaje
Tras una estrella polar que se evapora.
Escapo en un velero que danza con las olas
Tras una pesca de ensueño y de nostalgia.
Y en la mar busco la firmeza de las playas.
Entonces, los versos apasionados fluyen.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y SIETE
Camarada, desde esta ausencia,
Pretendí mediante este soliloquio
Transgredir para asaltar tus sentidos
Y llevarte a pensar certeramente
Que existen caminos de rebeldía
No predispuestos ni imaginados
Por los señores que te Gobiernan.
Que existen cambios importantes
Que debes asumir en ti mismo
Para revelarte de sus dominios.
Para transmutar este mundo cauto
Con su perverso celaje de dominio.
Camarada imaginado, hoy te insto
Para que recibas con desconfianza
Este novel testamento de rebelde
Que te escribo con desesperanza
Para que comprendas con celeridad
Y saques tus propias conclusiones.
Te confieso que tuve que escribirlo
Para no morirme de aburrimiento,
Cuando la lucha conmigo mismo
Se me hizo más pesada y amarga.
Te propongo que luchemos ahora
Aunque solo sea para controvertir,
Estoy pensando en el regreso.
Ahora que he encontrado la magia
el verso exacto para liar mis anhelos,
debo retomar mi vida en la ciudad.
Absorto en este pensamiento,
Te pido camarada que me escuches,
Cuando aún no me percato del escape
que significa esta actitud juvenil
de rebeldía contra lo establecido.
Soy como tú, un pequeñoburgués,
Con ínfulas y conciencia de cambio.
Te propongo que unamos fuerzas
Y que saquemos a flote valentías
Para dejar una huella generacional
Que transforme irremediablemente,
Esta realidad que se nos hizo arcaica.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y OCHO
Camarada,
no dejes que circunstancias adversas
Confundan tu verdadero destino
de hacedor de sueños y nostalgias.
No te dejes engañar por la doctrina
Que seduce con su palabra lasciva.
Decanta de ella su código de signos,
Pero, crea tu propio culto a la verdad.
Camarada
Busquemos una opción de poder,
que nos permita sobrevivir al celo
de esas instituciones siniestras
que controlan y administran el miedo.
Construye tu conexión con la gente
Y a partir de allí lucha por la verdad
La equidad, la felicidad y el amor.
Camarada
Lucha por la diversidad ahora
Acepta sin ambages la diferencia
Y lucha por las causas sociales,
No permitas nunca el control
de tu inteligencia libérrima
no te dejes que te confisquen
tu razón, tu verdad o tu ser.
CANTO NÚMERO CUARENTA Y NUEVE
No te confíes camarada
De aquellos que con lisonjas
Permean tu rebeldía juvenil.
Ellos transitan sin escrúpulo
Comprando integridades,
Saqueando la esperanza
de la gente que piensa
y que construye una nación.
Aunque el cansancio llegue
Aunque el rencor inoportuno
Ciegue tu deseo de libertad,
Busca una Era mejor para ti.
No permitas que maten tu ilusión
Ni que se chupen tu fuerza
Olvida sus palabras represivas
Y marcha en pos de la vida.
CANTO NÚMERO CINCUENTA
Abruptamente
La radio y la televisión
Hablan de Cali
Mi ciudad soñada
Algo pasa allá
Trágico y visceral.
“Después de un mes
De toma pacífica
Del alma mater
Por los estudiantes
De la universidad del valle
Hoy veintiséis de febrero
Se intentó rescatarla
A sangre y fuego
Por parte del ejército.
Dando como resultado
Un estudiante muerto
Y veinticinco heridos”
Escucho sorprendido
Como si esto no fuera
Lógico y previsible.
Ahora deseo saber
De mis compañeros
Que se quedaron allí
En asamblea permanente.
“El estudiante muerto
De un tiro en la cabeza,
Era jugador de voleibol
Y se llamaba Edgar Mejía,
no se sabe el paradero
de Vicky la Vietnamita
ni de la mayoría de líderes
De la federación estudiantil”.
Me quedo petrificado
Sin saber más de Cali,
Pienso en el retorno
¿Cuándo saldrá el barco?
Ya no tengo escusa
Para seguir esperando.
Debo retomar esa gesta
Que los jóvenes de hoy
Hemos asumido valientemente
Para mejorar los contenidos
De la educación “superior”.
Debo estar allí, discutiendo
Proponiendo ideas y consignas,
no debo perder un detalle
de este acto de creación
que convulsiona y reta
a la sociedad mesiánica.
Tiempo pasa … pasa raudo…
En dos días sale para el “Puerto”
El buque de los “Tres Amigos”
Cargado con maderas,
Bultos de coco y personas.
Cierro mis párpados
En acción premeditada
Y dejar pasar los recuerdos.
Recojo mis huellas matutinas
Sobre el limo del sendero
Que dejó una manada de zainos
Que abrevaba en el riachuelo
Y escapo hacia la gran ciudad.[6]
Acabado de revisar el 15 de Septiembre de 2008
[1] Los textos iniciales de este libro fueron escritor en el año 1971 en El Charco, municipio costero del departamento de Nariño, Colombia, en la época álgida del movimiento estudiantil de la Universidad del Valle. Se transcribe y se realiza revisión lingüística y poética en los años 2005 y 2008.
[2] En la Costa Pacífica colombiana se designa con la palabra “Potrillo” a una pequeña embarcación construida de un tronco de madera, con capacidad para bogar una o dos personas.
[3] La palabra “hombre” se refiere en este texto al concepto de humanidad, incluye los distintos géneros.
[4] La “Tunda” es un personaje mítico del Litoral Pacífico colombiano que disfrazada de una persona conocida atrae la atención de una persona y la envolata en el monte.
[5] La palabra “tuquero” pertenece al argot regional del pacífico colombiano y corresponde al talador de madera en el monte que corta tucos o trozas hasta de tres metros de largo y con diámetros mayores a 30 centímetros.
[6] El día 29 de febrero de 1971 el autor regresa a la ciudad de Cali y retoma su participación en el movimiento estudiantil.
1 comentario
Guillermo Pulecio Corredor -
Lo pongo en contacto con esta obra poética inspirada desde la desolación y con las ganas de aportar en el proceso para construir una vida mas digna dentro de una perspectiva del compromiso.
Guillermo Pulecio